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Discurso de Stalin en Moscú tras la II Guerra Mundial 9 de febrero de 1946




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Stalin habló el 9 de febrero en el teatro Bolshói, uno de los monumentos más famosos de Rusia desde su reconstrucción en 1854 (...) las 4.000 localidades estaban ocupadas por un público de miembros del Partido, oficiales del ejército o funcionarios: la clase superior, en una palabra, de la primera nación sin clases (...)«Camaradas», empezó Stalin con su tono «blando y monótono» y su fuerte acento georgiano de erres demasiado arrastradas (...)(...) cuando los presentes oyeron que Stalin decía que «nuestra victoria significa, en primer lugar, que nuestro sistema soviético ha vencido»; no «Rusia», ni «los aliados» (...) Stalin no dedicaba ninguna expresión de gratitud a los demás aliados, ni a la Gran Bretaña ni a los Estados Unidos (...) no sólo no fueron mencionados los aliados sino que Stalin evitó cuidadosamente cualquier comentario susceptible de sugerir que existieran (...) Al comienzo del discurso Stalin explicó que la última guerra estalló «como resultado ineluctable del desarrollo de las fuerzas económicas y políticas mundiales sobre la base del moderno capitalismo monopolista», puesto que, al fin y al cabo, «el desarrollo del capitalismo mundial no se produce como un avance continuo y tranquilo, sino a través de las crisis y de la guerra» (...)La primera consecuencia del reciente conflicto era que (como se apuntó antes) demostraba que el sistema social soviético podía prevalecer(..) La guerra no sólo había demostrado que el sistema soviético era «una forma de organización perfecta mente viable y estable», sino también que era «una forma de organización superior a todas las demás» (...)En segundo lugar, continuó Stalin, «nuestra victoria demuestra que nuestro Estado soviético ha vencido, que nuestro Estado multinacional soviético ha resistido todas las pruebas de la guerra y ha demostrado su viabilidad» (...)Lo tercero que demostraba la victoria, prosiguió Stalin, era que el Ejército Rojo, cuya capacidad había sido puesta por muchos en tela de juicio cinco años atrás, había superado las adversidades de la guerra. La guerra había barrido todas aquellas dudas «injustificadas» y «ridículas»: ahora sería «imposible dejar de admitir que el Ejército Rojo» era un ejército de primera clase, de cuyos éxitos se podía aprender mucho.(...)En lo tocante al desarrollo económico, Stalin prosiguió diciendo que «nuestro Partido se propone la organización de un nuevo salto adelante de la economía nacional que nos permitirá, por ejemplo, triplicar nuestra capacidad industrial en comparación con el nivel de antes de la guerra»; y ahí llegó la frase clave de todo el discurso, en opinión de muchos observadores extranjeros: «Sólo en estas condiciones podemos considerar asegurado nuestro país contra cualquier eventualidad, aunque ello exigirá quizá tres nuevos Planes Quiquenales, o quizá más».Stalin concluyó con una pequeña comedia irónica de las que, viniendo de él, uno nunca sabía cómo tomarse, incluyendo algunos aspavientos de falsa modestia: «ante las elecciones, el Partido Comunista desde luego se manifestaba dispuesto a aceptar el veredicto del pueblo» (...)El oyente o el lector precavido habría observado otros tres detalles más apunt dos en ese discurso, aunque implícitamente.En primer lugar, el programa anunciado significaba que se iba a reforzar el Partido y su ideología. (...)En segundo lugar era evidente que se iba a hablar menos de patriotismo y de Rusia(...)Tercero, que no se iba a hablar nada de los grandes mariscales y generales que habían ganado la guerra. De las armas, los productos de una fructífera industrialización, sí. Del mariscal Zhúkov, no.Comentario periodístico sobre el discurso de StalinMoscú9 de Febrero de 1946

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