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Uruguay a comienzos de su vida independiente 1830 -1860

Obstáculos en el camino de la organización del país

Población

En 1800, según Félix de Azara, la población de la Banda Oriental era de 30.000 habitantes. En un padrón de 1829, se contaban 17.000 habitantes en Montevideo, con un desequilibrio muy grande entre los sexos pues había 6.600 hombres y 10.000 mujeres (el número global incluía 2.500 esclavos). En 1830, se estimó la población total del país en 74.000 habitantes: 14.000 (19%) en Montevideo y 60.000 (81%) en la campaña. La densidad resultante, 1 habitante cada 2.5 kms. cuadrados, por baja, explica la escasa urbanización, la pobre sociabilidad rural en campos casi desiertos y el debilísimo mercado interno, incapaz de sostener ninguna industria.




Sociedad
 
Desde el punto de vista social, el nuevo país tenía un dualismo marcado: Montevideo/campaña. La ciudad europeizada frente a una campaña semi-bárbara, la ciudad comerciante frente al campo productor, eran rasgos generadores de un agudo antagonismo, que se tradujo en las largas luchas entre "caudillos" y "doctores".
La campaña estaba habitada por el gaucho, habituado a la libertad y con pocas necesidades para satisfacer (con más frecuencia mediante el contrabando o el robo de animales que por el trabajo, no abundante en un medio donde primaba la ganadería extensiva). La carencia de una clase media de agricultores y estancieros pequeños que diera estabilidad al medio, la soledad de los campos creada por los numerosos latifun­dios, la facilidad de 1a obtención del alimento (ganado al alcance de la mano, sin marca y sin cerco), el desorden provocado por dos décadas de guerra, el odio a la autoridad (española, porteña, portuguesa, brasileña), siempre represiva; todo ello contribuyó a crear un clima de hostilidad a la ciudad, de donde venían las órdenes, los reglamentos, las trabas a una libertad personal que se consideraba como el máximo bien, en una escala de valores reducida.


Documentos 3.1Charles Darwin en su libro "Viaje de un naturalista alrededor del mundo» describió la situación de la campaña oriental hacia 1832:"Al día siguiente llegamos al pueblecillo de las Minas. [ .. ]La comarca está tan poco habitada, que apenas encontramos una sola persona durante un día entero de viaje. El pueblo de las Minas aún es menos importante que Maldonado [...] Pasamos la noche en una pulpería o taberna. Gran número de gauchos acuden allí por la noche a beber y a fumar. Su aspecto es muy chocante: suelen ser fornidos y guapos, pero llevan impresos en la cara todos los signos del orgullo y de la vida relajada; muchos de ellos gastan bigote y cabellos muy largos, ensortijados por la espalda. Sus vestidos, de colores chillones; sus grandísimas espuelas resonantes en los talones; sus cuchillos, llevados en el cinto a modo de dagas (de los cuales hacen tan frecuente uso), les dan un aspecto muy diferente de lo que pudieran hacer suponer su nombre de gauchos o simples campesinos. Son en extremo corteses; nunca beben sin pediros que probéis su bebida; pero mientras os hacen un saludo gracioso, puede decirse que están dispuestos a asesinaros sise presenta la ocasión..."
[En Juan E. Pivel Devoto, Alcira Ranieri de Pivel Devoto, Historia de la República... ob. cit., p. 228.]

El gaucho se expresó por el caudillo, suma de pericia y coraje, al que se adhería por admiración varonil y espontánea. El fue centro de autoridad aceptada en el campo, tanto más cuanto se oponía o tamizaba a la que provenía de la capital. Si caudillo y gobernante eran la misma persona (Fructuoso Rivera), el Estado se hacía obedecer; si no lo era, la vida política de la ciudad y de la campaña corrían por carriles separados y con frecuencia se enfrentaban.

La Patria Vieja José Luis Zorrilla deSan Martín

En la ciudad, la actividad comercial, que fue su esencia, marcó la vida económica, política y cultural. Abierta al mundo, las influencias ideológicas y de la moda europea calaron hondo en una burguesía que se iba enriqueciendo y aprendiendo a manejar el Estado a través de sus hijos doctores, como había manejado sus negocios familiares (estancia, comercio de importación, saladero, barraca, barcos). Miró a la campaña como sede de "barbarie", y a] gaucho como residuo del indígena salvaje que debía desaparecer para que la "civilización", que entendía representar, se asentara definitiva­mente en el país. Ello implicaba orden, autoridad, sujeción a la voluntad de ]os hombres cultos ("los doctores") de la ciudad. 
Comunicaciones

Similar era la realidad de comunicaciones y transportes. A pesar de no tener accidentes geográficos relevantes, la falta de caminos y puentes era casi total (ni pensar todavía en el ferrocarril) y durante el invierno las carretas, diligencias y hombres a caballo no podían sortear muchos ríos. Por ejemplo, el Río Negro cortaba en dos a la República, y la parte norte del territorio hallaba más fácil comunicación, comercio y salida con Brasil que con su propia capital, Montevideo. Esta, todavía a mediados del siglo XIX, se comunicaba con los departamentos a través de dos correos terrestres mensuales (que trasmitían las disposiciones ordinarias del Gobierno Central). Desde el litoral, aprovechando el Río Uruguay, se demoraba 48 horas en "bajar" a la Capital (desde Paysandú, 400 kms), mientras que la diligencia que venía de Rivera -con pasajeros agotados- demoraba 6 ó 7 días para cubrir su distancia de 500 Kms.

Monumento a la Carreta José Belloni


Opiniones 3.1
La situación de los transportes en los inicios del Uruguay independiente
Los transportes terrestre
"En los primeros decenios de la República se constata la permanencia de los modos de transporte terrestre que caracterizaron la época colonial: la carreta tirada por bueyes y el caballo jineteado. Sin embargo se enriquece la utilización de los medios de transporte de tracción a sangre, mediante la introducción de la diligencia, así como en la mejora de las formas organizativas, mediante la incorporación de un modo de comunicación terrestre de mayor complejidad: el sistema de posta en postillones.
Las caravanas de carretas tiradas por yuntas de bueyes constituyen una forma generalizada en la comunicación entre distintos puntos del territorio nacional. La organización en caravanas es consecuencia de la inseguridad de la campaña, resultante de la ausencia de un efectivo dominio del territorio por parte del gobierno. [...]


Monumento a La Diligencia.José Belloni




La organización de las postas a caballo es, sin lugar a dudas, la innovación más trascendente del período [...] en relación a los modos de comunicación terrestre. El sistema de postas a caballo, o en postillones, implica, [...] una radical mejora técnica en el enfoque global del transporte terrestre. La complejidad del sistema se comprende si se piensa que está basado en la coordinación de postas locales [...] Ello supone la existencia de numerosas casas de postas, donde se produce el relevo de animales y hombres y eventualmente la distribución local de objetos, una disponibilidad cuantiosa de caballos y personal de postas [...] y una administración centralizada que organiza el sistema y responde ante el Estado en el cumplimiento de su contrato."


 


El transporte marítimo
"Durante los primeros decenios de la República [permanecen] los modos de comu­nicación acuática, típicas de la época colonial, excepción hecha de la incorporación de los vapores, usados preferentemente en la navegación transatlántica.[...]
El transporte fluvial se realiza mediante embarcaciones que recorren el río Uruguay, el Río de la Plata y sus principales afluentes o mediante el sistema de jangadas, bajando el río Uruguay, en forma similar a lo acontecido durante la colonia.



Desde el año 1819, en el que el
"Sabannah" une al nuevo y el viejo continente, los vapores en forma progresiva van sustituyendo, en particular para las grandes travesías, a los antiguos veleros."
[Hugo Barachini, Historia de las comunicaciones en el Uruguay, Montevideo, Facultad de Arquitectura, 1981, pp. 37/46.]
Economía
A este primitivismo correspondía la explotación ganadera, que determinaba la estructura económica del país. A la"caza" del ganado libre ("orejano"), sucedió la estancia cimarrona, donde se imponía al animal un matiz de mansedumbre aquerenciándolo en la zona, para luego cuerearlo. Algunos estancieros introdujeron tímidas prácticas de rodeo, castración y marca, que producían vacunos destinados a los saladeros. En cualquier caso, la ganadería fue extensiva y los latifundios predominaron en el campo, desarrollando una explotación donde había un vacuno por hectárea o hectárea y media, y un hombre cada 3, 4 ó 5.000 vacunos. Las guerras revolucionarias habían acentuado el desorden en la propiedad de la tierra y del ganado: ausencia de títulos, límites imprecisos, propietarios españoles emigrados que reclamaban sus tierras, donatarios artiguistas temerosos de expulsión por deber su propiedad a la Revolución, carencia o confusión de marcas de ganado; todo ello demoraría aún muchos años en solucionarse. Mientras, la que sufría era la única riqueza que tenía el país: la producción de ganado vacuno, debida, y esto debe subrayarse, a que la Naturaleza proporcionaba su sustento, pasto y agua, y no el esfuerzo del hombre.


Documentos 3.2
Informe del cónsul francés en Montevideo, R. Baradére, sobre la situación de la ganadería hacia 1830:
"La verdadera riqueza [...] les la prodigiosa abundancia de ganado, que atrae el comercio de todas las naciones y suministra por si sola todos los medios de intercambio.
Es así que los cueros de caballo y
de vacuno, las lanas de mediocre calidad constituyen los únicos productos que atraen aquí al comercio extranjero. Estas tres especies de animales se reproducen con una prodigiosa fecundidad sin necesidad de los medios rigurosamente necesarios en nuestros climas de Europa. [...] La más abundante de las especies es, sin contradicción, da de los bovinos, llamado ganado vacuno que constituye por consecuencia la principal y verdadera riqueza del país. Es de lamentar que la adminis­tración no posea datos apropiados para calcular el número exacto de este ganado en todo el territorio [...] Recurriré aún a los registros de Aduana para dar una idea aproximada al respecto. Resulta de la compulsa de dichos registros que desde 1829 a 1833, es decir en el término de cinco años, se ha aportado por el puerto de Montevideo un millón trescientos cincuenta mil doscientos cuarenta y seis (1.350.246) cueros vacunos. Se puede aumentar grandemente esta cifra a un cuarto si se incluye en ella a los salidos por contrabando. A pesar de esta destrucción, que puede comparársele, por así decir, con la tala de nuestros bosques, el número de estos animales se halla en vías de gran aumento. Así, no es raro ver propietarios de muchos millares de vacunos, sin contarlos caballos y los lanares, y no temo ser tachado de exagerado al advertir que los hay que poseen de 30 a 40 y aún 50.000 cabezas."
[En Alfredo Castellanos, Breve historia de la ganadería en el Uruguay, Montevideo, 1971, pp. 48/49.]

La agricultura era mínima, pues el alimento básico y casi único en el interior era la carne vacuna. Había chacras en los alrededores de los centros poblados, y especial­mente de Montevideo, que abastecían la escasa demanda de trigo y hortalizas.
La industria se limitaba a pocos saladeros que elaboraban los cueros, carne salada (tasajo) o seca (charque) y sebos para la exportación. El ganado criollo era huesudo, de cuero pesado y resistente, lo que convenía a esta primitiva industrialización. Los cueros iban a Europa, y las carnes saladas servían de alimento a los esclavos negros de Brasil y Cuba. En la Colonia se había iniciado esa inserción del comercio internacional del país y la independencia no cambiaría nada en este plano por largos años.
En 1830, la exportación fue de $ 2.500.000, de los cuales el 70% se debió a los cueros ($ 1.800.000); el 15% a] tasajo ($ 400.000), y el resto a sebos, grasas y crines. El país dependía de un solo tipo de productos (los derivados de la ganadería) y de pocos compradores (Inglaterra, con $700.000; Brasil, con $400.000). Desde su origen, enton­ces, fue monoproductor y dependiente.
Pero si se producía en forma primitiva, Montevideo, puerto de mar y abierto a las influencias, modas e ideas europeas, ya había adoptado hábitos de consumo correspondientes a países europeos del siglo XIX. En 1829 se importó mercadería extranjera por $2.500.000, y de ellos correspondieron $800.000 a vino español y telas inglesas. Producción primitiva y hábitos de consumo civilizados producían un desequilibrio evidente en la balanza comercial: en 1829-1830 se compró por valor de $5.277.000 y se exportó por $4.470.000. Se pagó el saldo en oro y el país comenzó a endeudarse.
 

Finanzas

La situación financiera del naciente Estado se correspondía con los pobres recursos del país. Ante una población escasa y en su gran mayoría indigente, las fuentes im­positivas se angostaban. La única riqueza de importancia -tierras y ganados- abonaba mínimos impuestos por la total ausencia de contralor estatal y por la fuerte oposición de los grandes hacendados a pagar.Sólo quedó como gran recurso el comercio exterior: la situación privilegiada de un Montevideo donde entraban productos europeas para el país y buena parte de la cuenca platense (e1 "comercio de tránsito") y salían cueros y tasajo de las fecundas praderas uruguayas para Europa y América, también fue aprovechada por un Estado ávido, que vivió muchos años de los impuestos de aduana. En 1829, por ejemplo, de un total de ingresos que no alcanzó a 1 millón de pesos, más de $700.000 correspondieron a los derechos aduaneros (78%). Atado a casi una sola fuente de ingresos, el Estado fue vulnerable a los sectores que se los proporcionaron a lo largo de todo el siglo ("alto comercio", importadores, saladeristas, barraqueros).Si por el lado del ingreso la situación era difícil, no lo fue menos por el del egreso. El Presupuesto General de Gastos de 1831-32 ascendió a $700.000; de ellos, el Ministerio de Guerra absorbió los dos tercios en pago de sueldos, retiros, pensiones y armas. Es cierto que se salía de 20 años de guerra revolucionaria, que culminó con la independencia nacional, lo que explica el desmedido tamaño del ejército para los recursos del país, pero también lo es que el sobrante para atender otros gastos del Estado (jueces, 0.06%; instrucción pública, 0,02%; salud, 0,002%) por muchos años fue irrisorio.


Política 

La Constitución de 1830, que los "doctores" elaboraron, parecía perfecta en el papel, pero era inadecuada a la realidad social, que se quería ignorar o superar. Negarle el derecho del voto al peón jornalero y al analfabeto, por citar un ejemplo, era anular políticamente a la mayoría del país y reservarse para sí, para las pocas familias privilegiadas económica y culturalmente de aquel Montevideo ochocentista, la conducción del Estado y el usufructo del poder.
 


El país todo carecía de madurez política: salvo el Cabildo, el período colonial no había ofrecido posibilidades de desarrollar experiencia de gobierno; durante la Revolución, ello fue posible en algunas oportunidades, pero la guerra devoró todo el tiempo disponible; el escaso nivel cultural de toda la sociedad (ciudad y campo) conspiró contra una experiencia política de gobierno propio: se confundió gobierno con caudillo, y autoridad con Constitución. Las luchas políticas se tradujeron en enfrentamientos personales en torno a las figuras señeras de la Revolución, cuya protección o enemistad decidía la suerte de los ciudadanos en desmedro de la imparcialidad de la ley.
Tampoco había una conciencia de nacionalidad. No podía haberla en realidad, cuando los vínculos con las Provincias Unidas (que remontaban a la época colonial) seguían siendo estrechos y sus problemas se confundían con los problemas orientales. Las fronteras con el litoral argentino y el noreste brasileño eran jurídicas (y todavía estas últimas indeterminadas), no alcanzando a romper las relaciones geográficas, sociales y hasta familiares que habían unido esos pueblos durante siglos.

Opiniones 3.2
El gaucho y los caudillos
 

"¿Qué entiende el gaucho de la política de la ciudad? [...J Alejado de la ciudad cuyos hábitos y política le son ajenos, huraño con el Doctor que le desprecia, receloso de las autoridades cuya arbitrariedad siempre teme, ¿cuál será su intervención en la vida pública? Necesariamente seguirá a los caudillos. El caudillo es un gaucho como los demás, por sus sentimientos y por sus hábitos, pero más inteligente, más enterado, más enérgico, más emprendedor; su prestigio le viene de la superioridad de sus condiciones respecto a la masa. El gauchaje deposita en él su confianza política; es una delegación de soberanía hecha de modo tácito; sabe que donde está el caudillo está su causa." 

Montevideo y los doctores
"La ciudad es europea por su cultura universitaria; en ella vive el comercio extranjero, y está en contacto con Europa por el viajante, por el intercambio, por la imprenta; la ciudad es la civilización europea establecida en América [ ...]."
[Alberto Zum Felde, Proceso histórico del Uruguay, Mon­tevideo, Universidad de la República, 1963, pp. 176/177 y 180.]

Ningún gobernante uruguayo de estos años llegó a pensar en términos exclusiva­mente orientales; de allí la "internacionalización" de los partidos y el hecho de que el partido precediera a la Nación. En 1836, en la batalla de Carpintería, hubo "colorados" y "blancos", pero todavía no uruguayos.
 

La aún inexistente conciencia nacional fue bien aprovechada por los países vecinos. Herederos de los respectivos Imperios, ni Argentina ni Brasil, poderosas naciones, renunciarían fácilmente a su deseo de anexarse el territorio uruguayo. Intervinieron ampliamente en la política nacional para lograrlo, apoyando a caudillos o a doctores, a gobiernos o a revolucionarios, para fomentar situaciones que justificaran su intervención y posible establecimiento definitivo. Esa injerencia se correspondía con la visión todavía no-nacional de nuestros caudillos y de nuestros doctores, quienes no vacilaron – a su vez- en llamar a los países vecinos en ayuda de sus respectivos bandos políticos. Larga empresa fue para el país consolidarse como Nación, en la realidad política interna, en la convicción de sus gobernantes y en el sentimiento de sus habitantes y sólo cuando estuvo a punto de desaparecer como tal (como ocurrirá durante la Guerra Grande, 1839-1851), se tomó conciencia del peligro y se comenzó a transitar por la senda de la nacionalidad uruguaya. 

Ejercicios 

1- Busca en el diccionario y anotas las palabras que no entiendes.
2- ¿Qué diferencia hay entre los recuadros que se titulan “opiniones” de los que se titulan “documentos?
3- Subraya la información más importante.
4- Realiza una lista con las características del país en esta época.
5- ¿Qué era un gaucho y qué era un cuadillo? ¿Qué diferencias hay entre ambos?
6- ¿Por qué el autor habla de una oposición entre el campo y la ciudad?
7- ¿Cuáles eran las principales actividades económicas? ¿Cuál era el problema mayor de la economía?
8- ¿Qué significa la inexistencia de conciencia nacional? ¿Qué problemas políticos trajo esto?
9- Realiza un cuadro con dos columnas: en una enumera las características del país y en la otra por qué son obstáculos para la organización del país. (Por ejemplo: Escasa población – problemas de seguridad.)
10- Después de haber leído el texto y realizado los ejercicios, explica porque los historiadores llamaron a esta etapa de la historia del Uruguay, entre 1830 y 1860, “El Uruguay comercial, pastoril y caudillesco” (para eso debes explicar y relacionar con lo leído cada una de las características de la frase)
*

 Este capítulo pertenece a: Nahum, Benjamín, “Manual de Historia del Uruguay 1830-1903. Tomo I”, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1998

Publicado por Marina Devoto

EL URUGUAY COMERCIAL. PASTORIL Y CAUDILLESCO


El Estado uruguayo (1830-1870)

En 1830 Uruguay tenía una baja densidad demográfica, se calcula que la población era cercana a 74.000 habitantes (14.000 en Montevideo y el resto en el interior), con un promedio de un  habitante cada 2.5 Km.
Las fronteras estaban mal definidas y existía una zona de litigio con el imperio brasileño (que terminará de definirse con los tratados del 51).

La formación económico-social uruguaya se caracterizaba por ser comercial, pastoril y caudillesco. Monoproductor y dependiente del mercado inglés (cuero) o del brasileño (tasajo), tenía una balanza comercial desfavorable producto de un consumo suntuoso de los sectores dominantes.

El armado constitucional fue pensado para mantener el poder entre los sectores poseedores, asumiendo una homogeneidad que no existía.
El Estado será débil (tanto como aparato de dominio como de administración) porque no puede ejercer el control- y menos aún el consenso- sobre el conjunto del territorio. De principios liberal-censatario su estructura político-jurídica sufrió la división del país en dos bandos enfrentados, y que sumado al poder de los caudillos que tenían su propias huestes armadas generaron una constante inestabilidad.

Si consideramos las 17 cabezas del Poder Ejecutivo desde 1830 a 1876-incluyendo en ella y como una sola al Triunvirato inconstitucional que gobernó desde fines de 1853 hasta los primero días de 1854- la duración promedio de los titulares apenas alcanza a 2 años y 8 meses. De estas 17 cabezas, el cien por ciento soportó levantamientos armados y el 35% fue derribada por motines montevideanos o revueltas rurales(...)" (BARRAN, p. 40)

Desde el punto de vista financiero el Estado estaba en constante déficit y la manera de paliar el mismo eran a través de la enajenación de la tierra pública o de la contratación de empréstitos (acreedores extranjeros que reciben el apoyo de sus gobiernos o grandes comerciantes y terrateniente monopolizadores del oro).

La lucha por la tierra

La lucha por la tierra estuvo en la conformación de nuestros “partidos” tradicionales, en tanto que el dominio de la administración estatal permitía repartir o consolidar la propiedad. Es a través de los caudillos que se consigue tierra o se defiende la que se tiene, son ellos lo que canalizan la violencia a través de sus insubordinaciones al orden establecido.

Así los partidos, caudillos y fuerzas civiles impidieron la cristalización de la oligarquía colonial, tal vez no cambiaron la esencia de la estructura de la tierra pero si la titularidad del grupo poseedor (entre 1830-1870 se termina con la reacción al orden artiguista.). La existencia de distintos títulos de propiedad o la disputa sobre la tierra pública llevaron a los poseedores a vinculares con los caudillos.

A medida que las guerras se hicieron más frecuentes, era fundamental la inserción en la “hueste” del caudillo local, departamental y finalmente nacional. En las épocas de guerras civiles, cuando se multiplicaban las partidas sueltas que hacían la “guerra a las vacas” por su cuenta, contaba mucho la posesión de un casco de estancia así como de hombres que pudieran  resistir y defenderse de los ataques”. (SALA- ALONSO).




La formación social

Las diferencia extremas raciales y de clase que hubo no fueron tan extremas como en otras regiones de América. Hay que recordar que la eliminación de los indigena era un por intento de ordenar el campo y evitar así las pérdidas de ganado.
La clase dominante esta formada por una oligarquía mercantil–agraria” (““doctores” y “caudillos”, estos últimos dueños del efectivo poder durante la etapa”) Este sector se vinculaba entre sí por lazos familiares, generando un grupo reducido. Ideológicamente los intelectuales son liberales. y cosmopolitas lo que no implica que sean democráticos.
La mayoría de la población era “ un abigarrado conglomerado de clases y etnias dominadas.”En el campo, vivía una población mestiza, mulata y negra, junto a los blancos que solo parcialmente sometida al peonazgo. Existían “ los “hombres sueltos” no sometidos y el bandidismo rural que la debilidad estatal y las guerras incrementarían una y otra vez.” (SALA –ALONSO)

Las divisiones internas

La tendencia a internacionalizar los conflictos demuestra la inexistencia de una idea de una patria o nación vincula al territorio. El más importante de ellos fue la Guerra Grande en donde se definirá los límites territoriales  al tiempo que demostrará la dependencia de los países vecinos. Al decir de Pivel Devoto "ningún gobernante uruguayo de estos años llegó a pensar en términos exclusivamente orientales; de allí la "internacionalización" de los partidos y el hecho de que el partido precediera a la Nación. En 1836, en la batalla de carpintería, hubo "colorado" y "blancos", pero todavía no uruguayos”. Hay que tener cuidado al usar el concepto de partido en el siglo XIX, son a lo máximo facciones, banderías,” agrupaciones políticas, informes y teñidas de personalismo” ( BARRAN). 

En los enfrentamiento del siglo XIX cada uno ira construyendo su propia historia con hitos y héroes (la masacre de Quinteros o la defensa de Paysandú), fomentando la división. (los intentos de superarla fracasaron por los intereses que estaban en juego)
Las luchas intestinas generan el agotamiento de los campos, las divisiones familiares e inestabilidad política. La inserción en el mercado mundial modifica las fuerzas productivas en función de la demanda externa (crecimiento hacia afuera). El aumento de la inversión hace que sectores de la clase dominantes busque “estabilizar “ el orden y el progreso” del país. La modernización de fines del siglo XIX responde a esta demanda y en ella se inscribe la aparición de la historiografía uruguaya.  



Bibliografía citada.
BARRAN, José Pedro. Historia de la sensibilidad en el Uruguay , Montevideo, EBO, 1989
PIVEL DEVOTO, Juan- RANIERI, Alicia, Historia de la republica oriental del Uruguat, Montevideo, Medina, 1956
SALA, Lucia- ALONSO, Rosa. El Uruguay comercial, pastoril y caudillesco, Montevideo, EBO, 1991


Publicado en El Popular. Semanario, Uruguay,  21 de febrero de 2014, N 256, 3ra época

EL URUGUAY PASTORIL Y CAUDILLESCO EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XIX

1811 Este año el interior se sublevó contra la autoridad española residente en Montevideo. Dirigía la Revolución un capitán criollo del ejército "godo": José Artigas.
La Revolución en un principio acató la autoridad de la Junta de Mayo en Buenos Aires, pero las diferencias políticas, económicas y sociales pronto separaron a los "orientales" de los "porteños". En 1813 el Congreso de Abril proclamó los principios políticos de la Revolución: independencia de España; organización de un vasto estado, confederado primero y federado después, con todas las regiones del ex-virreinato de Buenos Aires; democracia y república. La capital debía estar fuera de Buenos Aires.
En setiembre de 1815, Artigas dictó un Reglamento que repartió las inmensas posesiones de los enemigos de la Revolución, "malos europeos y peores americanos", entre los mas infelices", siendo preferidos los indios, negros libres y "criollos pobres". A cada uno se le entregaría una estancia mediana para la época con la obligación de construir un rancho, dos corrales y sujetar el ganado de rodeo. La aplicación del reglamento fue en parte detenida por la invasión europea de 1816 que luego reseñaremos, pero las confiscaciones de grandes estancias que precedieron a los repartos abonaron el odio que hacia Artigas y sus seguidores comenzó a sentir la vieja clase alta del período colonial.
De 1811 a 1814 los orientales lucharon contra España procurando con el auxilio bonaerense ocupar Montevideo. Pero en enero de 1814, Artigas decidió que el objetivo de la Revolución no podía ser sustituir un "despotismo español", por otro , el bonaerense, y dejó solas a las tropas de Buenos Aires frente a Montevideo. Esta cayó en poder de los porteños en junio. Artigas hizo entonces la guerra a Buenos Aires, auxiliado por las provincias ribereñas del Uruguay y del Paraná, Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe, seducidas por las ideas federales. La lucha fue desde entonces entre los federales , que eran también republicanos, y los bonaerenses que eran además de centralistas, monárquicos. En 1815, con la victoria de Guayabos, Artigas logró que los porteños devolvieran Montevideo a los orientales, y ese año pudo gobernar todo el país.
De 1816 a 1820 debió enfrentar la invasión de la monarquía portuguesa asentada en Río de Janeiro. Los lusitanos, deseosos de ocupar el territorio oriental que desde temprano disputaron a España, también invadieron por el temor a que el sur del Brasil se contagiara de los principios republicanos y federales. El invasor portugués contó con el beneplácito de Buenos Aires y terminó con derrotar a Artigas en 1820.
El país, arruinado su comercio y su ganadería por nueves años de permanente guerra revolucionaria, quedó en manos portuguesas primero (1820-1822) y brasileñas después (1822-1825). Una porción importante de las clases altas colaboró con el invasor. Este, representado por un hábil general portugués, Carlos Federico Lecor, prometió el orden y la devolución de sus propiedades a los confiscados por Artigas. En 1821, un congreso orientales colaboradores votó la incorporación de la ahora llamada Provincia Cisplatina al Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarves.
Las autoridades brasileñas, empero, concluyeron por desilusionar a las clases altas e irritar a los demás sectores sociales. Renació con facilidad el sentimiento antilusitano, fuerte en una población de origen español que venía combatiendo los avances portugueses desde el siglo XVII.
Los criollos vieron poco a poco como el invasor portugués prefería a los lusitanos en los repartos de tierras y en las concesiones comerciales. El sostenimiento del ejército de ocupación era gravoso. El autoritarismo de Lecor impidió el menor asomo de autogobierno, ni siquiera cuando la Constitución brasileña de 1824 empezó a regir.
En abril de 1825 se inició la segunda etapa de la Revolución cuando 33 orientales - número y nacionalidad un tanto míticos - invadieron el país y en pocos meses sublevaron todo el medio rural contra los brasileños que siguieron ocupando Montevideo. Luego de las victorias de Rincón y Sarandí, el gobierno de Buenos Aires apoyó oficialmente a los orientales y entró en guerra con el Brasil a fines de 1825.
La nueva Revolución oriental fue encabezada por Juan A. Lavalleja, un caudillo rural, y rápidamente se plegó a ella su par, Fructuoso Rivera.
Sus objetivos eran más modestos que los de Artigas. Si éste quiso la federación y el igualitarismo social, además de la independencia del dominio extranjero, Lavalleja y Rivera se conformaron con liberarnos del Brasil y dejaron confuso, tal vez exprofeso, el carácter de las futuras relaciones de los orientales con Buenos Aires así como la solución del problema de la tierra.
El 25 de agosto de 1825 la Sala de Representantes de la Provincia Oriental declaró en primer lugar la independencia absoluta del país, y luego su unión a las demás provincias.
La guerra con el Brasil culminó con la victoria no decisiva de Ituzaingó en febrero de 1827. Desde meses antes mediaba Gran Bretaña en el conflicto a través de su enviado, Lord Pomsomby. La guerra perturbaba gravemente el comercio inglés con la Argentina debido al bloqueo brasileño del puerto de Buenos Aires. Además, pero sólo en segundo plano, a Gran Bretaña le interesaba fomentar la independencia de un pequeño estado sobre el Río de la Plata que impidiera que las dos orillas fueran argentinas. De tal modo ese río, puerta de entrada al principal sistema hidrográfico navegable de América del Sur, se internacionalizaría y el comercio inglés no podría ser obstaculizado por una Argentina fuerte.
En 1830 una Asamblea electa aprobó la Constitución del nuevo país, llamado oficialmente, "Estado Oriental del Uruguay". El régimen jurídico aseguraba, en apariencia, el orden interno inspirándose en modelos europeos y norteamericanos. El nuevos estado sería republicano y garantizaría los derechos individuales mediante la separación clásica de los tres poderes. El derecho del sufragio se impedia a los analfabetos, peones, sirvientes y vagos, la mayoría de la población. En principio, una minoría acomodada elegiría a diputados y senadores que permanecerían 3 y 6 años, respectivamente, en sus funciones. Estos a su vez, y cada 4 años, designarían al Presidente de la República que no podría ser reelecto, sino una vez transcurrido un período de gobierno. Esta Constitución rigió los destinos del Uruguay hasta 1919.
El país real, sin embargo, se salteó este orden jurídico europeizado. Las guerras civiles dominaron el escenario uruguayo hasta por lo menos 1876. En ellas se gestaron los dos partidos que pasaron a la modernidad y sobrevivieron en el siglo XX: el blanco y el colorado.
Una breve crónica de los principales hechos mostrará las etapas políticas y revelará la "anarquía", expresión que apareció en los escritos de los intelectuales que integraron los efímeros gobiernos, y que afloró en las quejas de las clases poseedoras de riqueza.
El primer presidente constitucional, Fructuoso Rivera (1830-1834) debió soportar tres alzamientos del otro caudillo rural, Juan A. Lavalleja.
Su sucesor, Manuel Oribe (1835-1838), tuvo que combatir dos alzamientos del ex-presidente Rivera. En 1836, en la batalla de Carpintería, los bandos usaron por primera vez las dos divisas tradicionales: el blanco distinguió las tropas del gobierno que se titularon "Defensores de las Leyes", y el celeste primero - el otro color de la bandera uruguaya - y el colorado después, fueron usados por los fieles de Rivera. Un segundo alzamiento de este derrocó al gobierno de Manuel Oribe en 1838. Rivera, auxiliado por la escuadra francesa que deseaba acabar con Oribe, el aliado del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, ocupó Montevideo y se hizo elegir presidente por segunda vez en 1839. Ese año se inició la "Guerra Grande" cuando Rivera declaró la guerra a Rosas quien seguía reconociendo a Manuel Oribe como presidente constitucional del Uruguay. Los dos bandos uruguayos se internacionalizaron. Rivera contó con el apoyo de los enemigos unitarios argentinos y las escuadras francesas e inglesa. Las dos naciones europeas temían que Rosas anexara al Uruguay y deseaban además terminar con el monopolio que sobre la navegación del Paraná ejercía el gobernador de Buenos Aires. Oribe se apoyó en Rosas y puso sitio a Montevideo durante 9 años. (1843-1851).
El conflicto se resolvió cuando se retiraron los europeos e intervino el Imperio del Brasil a favor del Montevideo Colorado. Oribe y Rosas fueron derrotados. A pesar de ello se firmó una paz entre los orientales el 8 de octubre de 1851 por la cual se declaraba que no había ni vencidos ni vencedores.
La atmósfera que siguió a este conflicto fue de fusión entre los partidos. La ruina de la ganadería, el comercio y las fortunas privadas por la larga lucha, ambientó esa política. Pero los dos bandos habían encarnado en la memoria colectiva y la lucha civil se reanudo.
El presidente Blanco Juan F. Giró (1852-1853) fue derribado por un motín del ejército colorado. El nuevo caudillo de este partido, el General y caudillo rural Venancio Flores, gobierno como presidente hasta 1855. En 1856 la fusión y el pretendido olvido de los rencores del pasado llevaron al poder a Gabriel A. Pereira (1856-1860). Bajo su mandato, una fracción del Partido Colorado, llamada Partido Conservador, se alzó en armas y sus jefes fueron derrotados y fusilados en Quinteros por las tropas del gobierno. Entre 1860 y 1864 gobernó el presidente Bernardo P. Berro. Este pretendió continuar con la política de fusión pero los partidos renacieron. En 1863, el General Flores invadió el Uruguay con el apoyo del presidente argentino Bartolomé Mitre y la colaboración final del Imperio del Brasil. Bernardo P. Berro buscó apoyo en el Paraguay para restablecer así decía, el equilibrio en el Río de la Plata. Luego de la caída en manos de Flores de la ciudad de Paysandú (enero de 1865), uno de sus generales mandó fusilar a los más destacados jefes blancos. De este modo ambos partidos tradicionales tuvieron sus mártires y una carga de emotividad que les aseguró larga permanencia.
El triunfo de Flores culminó con su dictadura (1865-1868) y la intervención del Uruguay en la guerra de la Triple Alianza junto a Brasil y Argentina contra el Paraguay. En febrero de 1868, Venancio Flores, que había despertado rencores apasionados, fue asesinado. El mismo día fue ultimado el ex-presidente blanco Bernardo P. Berro. Las tradiciones partidarias se nutrieron de nuevos mártires.
Venancio Flores inició la serie de gobiernos colorados que recién concluyó en 1959. Lorenzo Batlle, su sucesor y presidente constitucional entre 1868 y 1872, debió enfrentar un alzamiento blanco comandado por el caudillo rural Timoteo Aparicio.
Esta revolución fue conocida como de "Las Lanzas" debido al arma que allí se uso de preferencia, lo que testimonia la tecnología militar primitiva de la época. Por su duración (1870-1872) y sus efectos destructivos sobre la riqueza ganadera, es el conflicto civil que mejor puede compararse a la "Guerra Grande". Ambos bandos se reconciliaron en la llamada Paz de Abril de 1872 por la cual los blancos lograron por primera vez coparticipar junto a los colorados en el gobierno. Pero la anarquía persistió hasta 1876 en que el coronel colorado Lorenzo Latorre tomó el gobierno.
Fue por efecto de la lucha y los propios acontecimientos relatados, que colorados y blancos fueron dotándose de ciertos contenidos políticos, sociales y hasta regionales. Las personalidades diferentes y los vínculos sociales distintos de Rivera y Oribe, y el principal de los conflictos citados - la "Guerra Grande" - dieron nueva forma a la oposición colonial entre la Capital y el Interior. Los colorados se identificaron con el Montevideo sitiado, los inmigrantes y la apertura a lo europeo; los blancos, asentados en la campaña sitiadora, se identificaron con el medio rural, sus grandes terratenientes y lo americano-criollo.
Pero estas diferencias no alcanzan para explicar la profundidad del desorden interno que conoció en esos años el Uruguay. Las estructuras sociales, económicas y culturales, así como la tecnología de una civilización pre-industrial, deben ser convocadas para la interpretación del hecho político y completar la imagen del país.
Iglesia Católica, ejército y gran propiedad, los tres pilares del orden conservador en América Latina, eran débiles en el Uruguay.
El alto clero no existía en 1830, recién en 1878 el Uruguay tuvo su primer obispado. El bajo clero era escaso, a menudo extranjero, de escasa formación teologíca y relativo nivel moral. Sin propiedades importantes, su influencia se reducía a representar la religión mayoritaria de la población.
El ejército era pequeño y carecía del monopolio de la coacción física. El habitante del medio rural, que manejaba el caballo, el lazo y el cuchillo para trabajar en las faenas rurales, se transformaba a la menor insinuación de sus líderes, en rebelde activo y soldado competidor del profesional.
La gran propiedad, que dominaba la estructura agraria, no estaba asentada. Los poseedores del período revolucionario lucharon contra los viejos propietarios - a menudo ellos también con títulos de propiedad imperfectos - de la colonia. El gobierno debió ser el árbitro de estas tensiones que a menudo se trasvasaron a la lucha entre blancos y colorados, mas afines los primeros a los grandes propietarios y los segundos a los grandes y pequeños poseedores. El lugar social, entonces, dependió del Estado más que el Estado de la clase terrateniente.
Los medios de comunicación y transporte eran los de una civilización ganadera. Un hombre bien montado y con caballos de relevo, podía comunicar Montevideo con San Fructuoso, villa a 400 kilómetros de distancia, en dos días, pero el servicio regular de diligencias, recién organizado a partir de 1850, tardaba por lo menos 4 o 5 días si los ríos y arroyos daban paso y no estaban crecidos. Las carretas que transportaban cueros y lanas tardaban un mes. El ganado fluía a los saladeros por sus propios medios y daba vida a la actividad de un personal especializado en su conducción, el tropero. La agricultura, en cambio, dependía de la pesada y costosa carreta por la que se desarrolló únicamente en torno a las ciudades consumidoras. Sólo la región del litoral, sobre el río Uruguay, gozó de mejores comunicaciones ya que Salto se ligó a Montevideo desde 1860 por líneas de vapores que recorrían la distancia en 3 días.
Mantener el control de la campaña desde la excéntrica Montevideo era muy difícil con este sistema de comunicaciones y transportes. Cuando la noticia de la revolución rural llegaba a la Capital, la subversión ya había tomado cuerpo. Los diversos ejércitos gubernamentales incluso tenían dificultades para conocer sus posiciones y combinar esfuerzos contra los rebeldes, como sucedió por ejemplo, con los colorados durante la "Revolución de las Lanzas".
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documento elaborado por: José Pedro Barrán
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