Problemas del mundo actual
Aunque los progresos realizados durante el último medio siglo en el conjunto del planeta son innegables,
las enormes diferencias entre los países ricos (o desarrollados) y los países pobres (o subdesarrollados) siguen lamentablemente siendo hoy una de las características principales de la economía mundial. Las preocupaciones sobre la crisis económica y sus secuelas (desempleo, marginación, incremento de la desigualdad... ) han ocupado la agenda de las sociedades occidentales en los últimos años.
Con una perspectiva global,
los problemas más importantes a los que la Humanidad debe hacer frente no están, sin embargo, en los países desarrollados sino en el Tercer Mundo.
Otro de los problemas ha que de hacer frente el Mundo actual, en especial los países occidentales, es que a partir de los primeros años 70 se observó un recrudecimiento generalizado de la violencia política. Se trata de la reaparición de ese fenómeno político, social e ideológico denominado terrorismo.
La necesidad cada vez mayor de consumir energía para sostener un elevado nivel de vida -en las sociedades occidentales, que algunos llaman "
sociedades del desperdicio"- representa un flanco débil y fuente de problemas de difícil solución. La energía que consumimos procede, en un
88 por 100, de los
combustibles fósiles no renovables: el carbón, el petróleo y el gas natural. Estas fuentes de energía no renovables -su reposición, una vez gastadas, es imposible- fueron acumuladas bajo tierra en un lentísimo proceso de millones de años. El consumo que de ellas estamos haciendo en unos pocos decenios -un período casi instantáneo en la escala geológica de tiempos- está esquilmando esa riqueza y privando a las generaciones futuras de una eventual utilización más racional.
Por otra parte, el SIDA es una enfermedad nueva y específica del mundo en las postrimerías del siglo XX. Ello no sólo en razón de las específicas condiciones biológicas y sociales que han posibilitado su irrupción, sino también porque su descripción y clasificación es inimaginable fuera del marco de la medicina occidental de nuestros días.
Desarrollo y subdesarrollo
- Un informe reciente de las Naciones Unidas resumía en unos pocos datos las insuficiencias dramáticas de la situación económica mundial:
- Hay unos 800 millones de personas que siguen sin tener alimentos suficientes para comer.
- Mueren al día 34.000 niños de corta edad por malnutrición y enfermedades erradicables.
- Aproximadamente diecisiete millones de personas mueren al año de enfermedades infecciosas y parasitarias -como la diarrea, el paludismo y la tuberculosis- que ya han desaparecido en los países ricos.
- La cuarta parte de la población mundial, esto es, unos 1.300 millones de personas sobre los 5.500 millones totales, vive en la pobreza absoluta, sin que pueda cubrir ni siquiera las necesidades básicas de alimentación, cobijo y salud.
- Hay 35 millones de desplazados o refugiados.
- El 80 por 100 de los afectados por el sida vive en el Tercer Mundo.
- La situación medioambiental es catastrófica en muchas regiones del planeta (la desertización afecta a zonas en las que viven 850 millones de personas y cada segundo se deforesta una extensión de bosques tropicales equivalente a la superficie de un campo de fútbol).
Ejercicio: Enumera según lo expresado en el texto los problemas del mundo actual Agrega algún otro que consideres importante estudiar
La testaruda realidad del
subdesarrollo es, claro está, mucho más compleja que lo que indican esas impersonales pero escalofriantes cifras.Es bien sabido que
más de tres cuartas partes de la población mundial viven en países del Tercer Mundo (85 por 100 si se cuentan también las naciones en transición de la antigua Unión Soviética y los países de Europa central y oriental). A principios de los años noventa ese 85 por 100 apenas efectuaba el 13 por 100 de la producción mundial, mientras que al 15 por 100 restante que vivía en los países ricos miembros de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) se debía el 86 por 100 de esa producción. Además, se estima que en el año 2025 únicamente el 10 por 100 de la población mundial vivirá en los países hoy miembros de la OCDE. El resto lo hará en países subdesarrollados o en las hoy economías en transición que, en su mayor parte, se están "tercermundizando".
La desigualdad internacional es, pues, enorme. La
renta media por habitante de los países de la
OCDE, medida en dólares a tipos de cambio (cantidad de moneda nacional que se cambia por un dólar) corrientes, es más de 20 veces superior a la de la media de los países del Tercer Mundo.
Esa ya de por sí amplísima diferencia esconde además desproporciones abismales:
la renta per cápita de Suiza, probablemente el país más rico del mundo, es más de 400 veces la de Mozambique, quizá la nación más pobre del planeta.Por añadidura, esa brecha es cada vez mayor.
Los economistas del
PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) han estimado que el cociente entre
la proporción de la renta mundial que va a parar al 20 por 100 más acomodado de la población total y el peso relativo de la del 20 por 100 más pobre ha pasado de 30 a 60 entre 1960 y 1990. Esto es, aparece una desigualdad no sólo enorme (de dos a tres veces mayor, a escala mundial, que la que existe en el Brasil, seguramente el país del Tercer Mundo con una distribución de la renta más desigual) sino también creciente.
La brecha que existe entre los países más ricos del mundo y las naciones más pobres es cada vez mayor. Todo esto además sin contar a las personas pobres que malviven en los países ricos. Si lo hiciéramos, la renta de los 1.000 millones de personas con más medios
habría pasado, respecto de la de los 1.000 millones más pobre,
de ser 75 veces mayor en 1960 a suponer 150 veces más en 1990.Es bien cierto que, si utilizamos datos de renta en paridad de poder adquisitivo (esto es, teniendo en cuenta la capacidad adquisitiva de la renta por habitante y no por su equivalente en dólares a tipos de cambio corrientes), la desigualdad es bastante menor, pese a lo cual sigue siendo muy grande: la renta per cápita de los países de la OCDE sería unas diez veces mayor que la de los países del Tercer Mundo, en vez de serlo veinte veces.
La economía mundial es pues tremendamente desigual. Además,
esa falta de equidad no figura en la agenda de los temas más urgentes que los países ricos abordan periódicamente, por ejemplo, en las reuniones del G-7 (el grupo de los siete países más industrializados) o de la OCDE.
La ayuda oficial al desarrollo es muy insuficiente (apenas unos 50.000 millones de dólares al año, una proporción muy pequeña de las necesidades de los países pobres)
y está mal distribuida, puesto que
reciben más los países menos pobres y los que más gastan en armamento. Y lo que es aún más grave: desde 1983 y durante casi un decenio se produjo, en gran parte por causa del reembolso de la deuda externa y de la fuga de capitales, una transferencia neta de recursos financieros "del Sur al Norte", es decir, todo lo contrario de lo que sería de sentido común.
Por si esto fuese poco,
muchos países ricos se protegen de las importaciones procedentes de los países pobres, con una larga serie de barreras al comercio. Por ejemplo, desde 1986 los Estados
Unidos restringen las importaciones de artículos de confección originarios de Bangladesh, uno de los países más subdesarrollados del planeta.
Para colmo de males,
los países más desarrollados dificultan enormemente, cuando no impiden claramente, la entrada de inmigrantes provenientes de los países pobres, en lo que representa un nuevo ejemplo de la falta de solidaridad con seres humanos que viven muchas veces en condiciones miserables.
No acaba aquí la larga serie de injusticias: algunos organismos internacionales, como el
Banco Mundial o el
Fondo Monetario Internacional (FMI) están dominados completamente por el pequeño número de países más ricos del planeta y son foros en los que el Tercer Mundo apenas puede hacer oír su voz.
El desarrollo económico es una necesidad imperiosa en el mundo actual, y no sólo por razones humanitarias y de equidad. Si no queremos condenar para siempre a cientos de millones de personas a una existencia miserable y si pretendemos construir un mundo más equitativo, el desarrollo es una tarea ineludible. También lo es por una razón adicional, de gran importancia:
los países pobres muchas veces no tienen más remedio que crecer y desarrollarse a expensas del medio ambiente (por ejemplo, deforestando los bosques tropicales o instalando fábricas contaminantes),
lo que repercute en los habitantes de los propios países desarrollados.
Cuando los brasileños talan enormes extensiones de árboles de la Amazonia o cuando los chinos crean instalaciones industriales que provocan lluvia ácida o generan gases de invernadero, los afectados no son únicamente ellos, sino todos los pobladores del planeta.
Hay pues muchas razones para defender la necesidad del desarrollo en los países del Tercer Mundo. Para superar las situaciones de insatisfacción aguda de las necesidades básicas del ser humano (alimentación, salud, vestido y cobijo, sobre todo, pero también educación y respeto de los derechos humanos); para ampliar las posibilidades de elección, liberando a las personas de las imposiciones del medio natural y permitiéndoles organizar su vida con más libertad; para promover la emancipación de cientos de millones de mujeres en el Tercer Mundo, que en muchas ocasiones deben ocuparse únicamente ellas solas de la salud, la educación, el vestido e incluso la alimentación de sus hijos...
Por todas esas razones y por muchas más, el desarrollo económico es una necesidad urgente en el mundo de hoy.
Hasta principios de los años sesenta la mayor parte de los economistas pensaba que el crecimiento económico (la expansión del Producto Interior Bruto -PIB- o de la renta per cápita) conllevaría desarrollo. Sin embargo, ha quedado claramente demostrado por la experiencia de muchos países del Tercer Mundo que un aumento sostenido del producto o de la renta puede coexistir con el incremento de la pobreza, la desigualdad o el desempleo. Ese fenómeno de
"crecimiento sin desarrollo" se registró por ejemplo en
Brasil durante los años sesenta y setenta del presente siglo: el PIB creció a una tasa anual muy elevada (cercana a 10 por 100 entre 1967 y 1973,
la época del mal llamado "milagro" brasileño), pero aumentó el porcentaje de pobres, se incrementó notablemente la desigualdad en la distribución de la renta y de la riqueza y creció el subempleo e incluso el desempleo en algunas áreas.
El desarrollo es así un fenómeno mucho más amplio que el crecimiento, aunque este último es una condición necesaria (aunque no suficiente) del primero. Para que se produzca un desarrollo auténtico o genuino (y no el "desarrollo del subdesarrollo", como ha ocurrido en muchas ocasiones), hace falta que se registren simultáneamente
crecimiento económico (el aumento sostenido de la renta per cápita),
cambio estructural (crecimiento de la participación de la industria y, dentro de ella, de los sectores más intensivos en capital y tecnología) y, sobre todo,
mejoras sustanciales en el nivel y la calidad de vida de la población (mayor y mejor disponibilidad alimentaria, más alta esperanza de vida, acceso más fácil a los servicios de salud y de educación, etcétera).
En suma, debe mejorar al menos el
Indice de Desarrollo Humano (IDH), un indicador que, propuesto por el
PNUD, es ciertamente más adecuado que el del producto por habitante aunque no esté exento de inconvenientes.En suma, para citar a
J. K. Galbraith en su libro La pobreza de las masas,
"el desarrollo económico consiste en aumentar las posibilidades de éxito para quienes desean escapar de la pobreza masiva y de su cultura".
En otro orden de cosas, el concepto de desarrollo económico hace referencia a una noción relativa, que carece de sentido fuera de un marco comparativo, esto es, si no se define respecto de una situación anterior o con respecto a otros países. Por ejemplo, una economía no adquiere una situación de riqueza y de bienestar de una vez por todas.
El grado de desarrollo depende mucho de la capacidad que tenga ese país para afianzarse en una economía mundial jerarquizada, en la que los conflictos y los fenómenos de dominación y dependencia son la regla y no la excepción. Buen ejemplo de que un país desarrollado puede convertirse en un país pobre, es decir, puede retroceder en la senda del desarrollo, es el caso de
Argentina. A principios del siglo XX, era uno de los países más ricos del planeta. Todavía en 1950 la renta per cápita de los argentinos era mayor que la de España o la del Japón y similar a la de Italia.
Por razones muy diversas, sobre las que los economistas no se ponen de acuerdo, cuarenta años más tarde, esto es en 1990, Argentina tenía un PNB (Producto Nacional Bruto) por habitante equivalente a la cuarta parte del de España y más de diez veces inferior al del Japón. Muchas otras economías habían "adelantado" también a Argentina: Grecia, Corea del Sur, Portugal, Brasil y México, entre otras.Los factores del desarrollo económico son complejos. En realidad los economistas no conocen bien sus raíces. Muchos análisis económicos son parciales y muy discutibles. Por ejemplo, las
tesis que insisten en la importancia del libre juego de los mercados parecen no ajustarse bien a la experiencia de países como Alemania, Japón o Corea del Sur, en los que la intervención del Estado fue muy importante.
Tampoco las teorías que destacan la importancia de la dotación de recursos naturales son muy creíbles: precisamente los países más avanzados en el mundo desarrollado y en el Tercer Mundo (como Suiza y Japón, en el primer caso, o algunos países de Asia oriental, en el segundo) carecen de recursos naturales.
Mientras, muchos países africanos, bien dotados de materias primas minerales o de ricas tierras cultivables, se cuentan entre los más atrasados del mundo.
La propia expresión
"países pobres" no es muy correcta, ya que muchas de las economías que figuran en ese grupo son en realidad
"ricas" en recursos naturales. Como señalaba en los años sesenta el geógrafo francés
Yves Lacoste, "
la despensa del Tercer Mundo no está vacía, sino que tiene la puerta cerrada".
Los límites que separan a los países ricos de los subdesarrollados no están muy claros. Por ejemplo, el
Banco Mundial, en sus informes anuales sobre el desarrollo, establece una frontera entre los países de ingreso bajo y mediano y los países de ingreso alto que para 1991 estaba situada en torno a los 8.000 dólares de PNB por habitante. Sin embargo, este indicador no es aceptable: por ejemplo,
países exportadores de petróleo como Kuwait, Arabia Saudí, Qatar, los Emiratos Arabes Unidos o economías pequeñas como las de Bahamas, Hong Kong o Singapur han figurado durante bastantes años en los informes del Banco Mundial junto a los países industriales de economía de mercado, aunque fuesen naturalmente países subdesarrollados, en el primer caso, y al menos economías muy distintas de las industriales, en el segundo..Además, el criterio del
PNB per cápita no tiene en cuenta la economía tradicional:
autoconsumo, trueque, etcétera. Es decir, la parte de la producción que no pasa por el mercado, ni tampoco la economía sumergida, que tan importante es en algunos países del Tercer Mundo, como, por ejemplo, Perú. Por añadidura, el
PNB per cápita, calculado en dólares estadounidenses a tipos de cambio de mercado, no toma en consideración la disparidad de precios: de modo que si un país A, con un PNB per cápita equivalente a la mitad del de un país B, dispone de unos precios del 50 por 100 de los de este último, el resultado es que ambos serían igualmente ricos, esto es, tendrían la misma renta per cápita en paridad de poder adquisitivo, aunque el criterio tradicional nos diga que A es dos veces más rico que B. Por esa última razón los Informes sobre desarrollo humano del PNUD utilizan, como uno de sus indicadores primarios, el
PIB por habitante en paridad de poder adquisitivo, como ya se señaló anteriormente.
El índice del desarrollo humano es un indicador más pertinente, aunque, como ya se ha visto, tiene también sus inconvenientes.
Quizá lo que ocurra sea sencillamente que
la frontera entre el desarrollo y el subdesarrollo no es susceptible de ser cuantificada y que, por tanto, hay que buscar aspectos cualitativos que distingan a unas economías de otras.
En la actualidad, el Tercer Mundo es cada vez más heterogéneo. Sin embargo, a principios de los años cincuenta, cuando del demógrafo francés
Alfred Sauvy ideó el término
"Tercer Mundo" para referirse a los países del mundo que no pertenecían ni a Occidente ni al Este de influencia soviética, los economistas tenían muy clara la homogeneidad de los países subdesarrollados.
Se trataba de un conjunto de países ciertamente dispares desde el punto de vista geográfico, cultural y político, pero que reunían unas características económicas y sociales comunes: subindustrialización, estancamiento, alto crecimiento demográfico y pasado colonial o semicolonial.
Los países "periféricos", como también fueron llamados a instancias de la famosa
CEPAL (Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas, dirigida por el argentino Raúl Prebisch hasta su muerte en 1986), -tenían:- una
escasa participación del sector industrial en el PIB o de la población ocupada en la industria dentro de la población ocupada total;- un ritmo lento de crecimiento económico;- unas tasas muy elevadas de expansión demográfica, como consecuencia de la fuerte caída de la tasa de mortalidad (número de fallecidos por cada 1.000 habitantes) en un marco de tasas de natalidad (número de nacidos vivos por cada 1.000 habitantes) estables;- un legado colonial, puesto que muchos eran todavía colonias, acababan de independizarse o habían estado sometidos durante mucho tiempo a la dominación económica de las metrópolis.
En otros términos, el
subdesarrollo estaba claramente definido como un retraso en la transición económica hacia la sociedad industrial y el crecimiento autosostenido, en la transición demográfica hacia un crecimiento lento de la población y en la transición política hacia la independencia y la formación del Estado nacional.En los años noventa, esas diferencias son mucho menos nítidas.
Algunos países del Tercer Mundo, como Brasil, México o los pequeños dragones asiáticos (Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong y Singapur) se han industrializado notablemente, al tiempo que, particularmente en Asia, han crecido con gran rapidez. En Asia -China e India, sobre todo- y en algunos países de América Latina, las políticas de limitación de los nacimientos y el propio aumento en el nivel de vida han provocado un claro descenso en las tasas de crecimiento demográfico a causa de la caída en la fecundidad. Por último, en la mayor parte de los casos, han pasado por lo menos cuarenta años desde el fin del período colonial, un tiempo suficiente para eliminar al menos sus consecuencias más adversas. En suma, la creciente heterogeneidad del Tercer Mundo hace que sea necesario buscar nuevos criterios de delimitación entre Primer y Tercer Mundo.
Raíces históricas del subdesarrollo
Algunos economistas piensan que el subdesarrollo no es más que una fase anterior o una etapa previa al desarrollo, de manera que todos los países han sido subdesarrollados en algún momento de su historia. Esa es la tesis defendida por ejemplo por
W. W. Rostow, quien en 1960 publicó
Las etapas del crecimiento económico. Para el autor, todas las situaciones pueden analizarse con unos pocos instrumentos de análisis (estructura y crecimiento de la producción, tasa de inversión, etcétera). Además, y sobre todo,
la teoría de las etapas de Rostow considera que existe una senda universal de desarrollo por la que transitan todos los países, independientemente de su situación geográfica. Para ese enfoque carece además de importancia que unos países empiecen a seguir esa senda antes o después
.
Rostow distinguió cinco etapas principales del desarrollo, por las que habrían pasado países tan distintos como Gran Bretaña o la India:
a)
la "sociedad tradicional", en la que predomina la agricultura; hay una baja productividad y se registra una débil movilidad social;
b)
las "condiciones previas al despegue", que conllevan el desarrollo de las infraestructuras de transporte, el aumento de productividad (por las mejoras en la educación, la tecnología y los valores sociales) y la constitución de una clase de empresarios innovadores;
c)
el "despegue" ("take off"); un punto de inflexión durante el cual se diversifica la actividad productiva con la aparición de industrias motrices, aumenta la tasa de inversión (inversión/PNB) del 5 al 10 por 100 y se desarrolla la clase capitalista, lo que desemboca en un crecimiento sostenido o autoentretenido;
d)
el "camino hacia la madurez", en el que aparecen nuevos polos de crecimiento (siderurgia, química, electricidad), vuelve a incrementarse la tasa de inversión hasta alcanzar el 20 por 100 del PNB y se consolida la burguesía, y ..
e)
la "era del consumo de masas", período culminante en el que la actividad productiva se reorienta hacia los bienes duraderos de consumo (automóviles, electrodomésticos...), se mantiene el nivel de la tasa de inversión y se consolida una amplia clase media con un alto nivel de vida.
Rostow llegó incluso a asignar fechas a las tres últimas fases para varios países del mundo. Por ejemplo, el "despegue" se habría producido en 1780-1830 en Inglaterra y en 1952-63 en la India.
La teoría "etapista"de Rostow ha recibido numerosas críticas.
En primer lugar, algunos historiadores de la economía critican la asignación de fechas a las distintas fases en los diferentes países. Por ejemplo, la historiografía revisionista de la Revolución Industrial inglesa -la llamada escuela de la "protoindustrialización"- cada vez hace más hincapié en las hondas raíces temporales de ese proceso, que se remonta a algunos siglos antes de finales del XVIII.
En segundo término, muchos economistas se oponen a la pretensión de universalidad del esquema rostowiano. La preexistencia de países desarrollados cuando los subdesarrollados se embarcan o pretenden embarcarse en el desarrollo, es decir, la coexistencia de países ricos y pobres, limita la generalización inmediata y automática al conjunto del mundo de lo que no es más que una evolución histórica específica, la de Europa occidental.Dicho de otra manera,
no es lo mismo industrializarse siendo la nación más avanzada del planeta y una potencia colonial, como era la Inglaterra de la Revolución Industrial, que hacerlo figurando entre los países más pobres del mundo y siendo una colonia explotada por su metrópoli, como, por ejemplo, la India de la primera mitad del siglo XX.
En tercer lugar, se ha acusado al análisis de Rostow de superficialidad explicativa, por su simplismo (límites borrosos entre las fases con características comunes), por ser una mera descripción de las condiciones del desarrollo y no un análisis de sus mecanismos desencadenantes e impulsores y, en definitiva, por constituir poco menos que una perogrullada: el despegue se produce cuando aumenta la inversión, pero ¿por qué aumenta la formación de capital?
Por último, una cuarta crítica es la dirigida a su exagerado determinismo histórico, ya que todas las etapas son puntos de paso obligatorios y no hay posibilidad de acortar, saltándose alguna de las fases.En suma, Rostow y la teoría convencional conciben el subdesarrollo como una situación de retraso respecto del desarrollo o como una etapa previa al mismo.
Otros economistas, como
Paul A. Baran o André G. Frank, piensan que
el subdesarrollo es un producto histórico, causado por el colonialismo y el imperialismo y que lo que distingue a los países desarrollados de los subdesarrollados es una diferencia no tanto de nivel o de grado como de estructura y de naturaleza. En otros términos, frente a quienes consideran que hay una senda única y universal de desarrollo se alza la voz de quienes dicen que
desarrollo y subdesarrollo son dos caras de una misma moneda (A. G. Frank),
dos manifestaciones de un único proceso (P. Baran): el
de acumulación de capital a escala mundial.Todo hace pensar que estos últimos autores tienen buena parte de razón.
El saqueo colonial y la dominación económica contribuyeron en buena medida a lo que Marx llamó la acumulación originaria de capital, esto es, la disponibilidad de un excedente de origen externo. Con todo, es ciertamente exagerado y simplista considerar a la explotación de las colonias como principal elemento generador de la Revolución Industrial en Europa, que se debió a factores fundamentalmente internos (los cambios en la agricultura, los transportes, etcétera).
En cambio, para los países subdesarrollados, el impacto de la colonización y la subordinación que ésta generó son sin duda alguna factores más importantes de su situación de subdesarrollo, como ha descrito magistralmente el escritor uruguayo Eduardo Galeano en su obra Las venas abiertas de América Latina.Cabe también señalar que la falta de acuerdo entre economistas se registra también en la consideración que merece el propio estudio del subdesarrollo. Para algunos, sería una mera aplicación del análisis general de raíz neoclásica o liberal. Para otros, por el contrario, sería un análisis económico específico, con sus propios instrumentos analíticos y objetos de estudio. Un brillante economista del desarrollo británico, Dudley Seers, escribió a principios de los años sesenta un artículo titulado Los límites del caso especial, en el que afirmaba -parafraseando a Keynes- que la situación de los países desarrollados no era sino un "caso especial", que debía estudiarse con instrumentos específicos y muy distintos de los necesarios para analizar el caso más general de los países subdesarrollados.
Dimensiones socio-económicas
La insatisfacción de las necesidades básicas es la característica "esencial" del subdesarrollo. Las necesidades básicas o fundamentales son aquellas necesidades cuya satisfacción es indispensable para la integridad física (alimentación y salud) y psíquica (educación, empleo y participación política y social) del ser humano.En lo que se refiere a las necesidades físicas, las insuficiencias alimentarias (la subalimentación) suelen ser comunes a la mayor parte de los países subdesarrollados y, muy particularmente, a los "países menos adelantados" (PMA). Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), el mínimo alimenticio vital para un individuo adulto está en torno a las 2.500 calorías y unos 60 gramos de proteínas diarias. La subnutrición (insuficiente ingesta de calorías) está muy extendida en el Tercer Mundo. Si son necesarias al menos 1.500 calorías diarias para simplemente mantener la vida, algunos países pobres apenas superan esa cifra. En 1989 el suministro diario de calorías per cápita alcanzaba sólo 1.700 en Mozambique, Etiopía o el Chad mientras que los países de la OCDE disponían de más de 3.400. La media de los países de ingreso bajo y mediano era justo de unas 2.500 calorías por habitante. En cuanto a la malnutrición (insuficiente ingesta de nutrientes como proteínas, vitaminas o minerales), es muy posible que se trate del problema alimentario más grave del planeta. El número de personas en el mundo afectadas por la malnutrición aguda (menos de 65 gramos de proteínas/día y menos de una tercera parte de éstas de origen animal) podría rondar los 800 millones, esto es, un 15 por 100 de la población mundial.La geografía del hambre es bien conocida. Países como Etiopía, Somalia, Sudán, Chad, Bangladesh, Nepal, Laos, Camboya, el noresde del Brasil, Haití, Perú, Bolivia y algunos más se han visto afectados por hambrunas masivas. Por ejemplo, la mortalidad catastrófica debida al hambre afectó a 200.000 personas en Etiopía en 1973, a casi un millón en Bangladesh en 1974, a más de medio millón en Etiopía y Sudán en 1985 y a un millón y medio en Somalia en 1992. Como puede verse, las hambrunas son fenómenos recurrentes en el Africa subsahariana central y oriental, lo que sin duda es algo inadmisible a finales del siglo XX. Lo más grave del asunto es que en el conjunto del planeta hay alimentos más que suficientes para mantener con vida a sus habitantes.El problema no es pues de insuficiencia de recursos, sino de mala distribución de los mismos. Mientras que la Unión Europea genera -y a veces incluso destruye- enormes excedentes de productos alimenticios (carne, leche, mantequilla...), algunos países africanos mueren literalmente de hambre. También es destacable que en el último decenio la producción per cápita de alimentos para el conjunto del Tercer Mundo aumentó a una tasa media anual superior al 6 por 100. Sin embargo, esa media es engañosa puesto que muchos países africanos registraron tasas negativas. En alguno de ellos la disponibilidad de alimentos por habitante ha llegado incluso a descender, puesto que el aumento de la población ha superado con creces el crecimiento de la producción agrícola local y el de la ayuda alimentaria exterior.Otro tipo de necesidad física es la salud. La desigualdad ante la enfermedad y la muerte es bien patente en el mundo de hoy. Existen muchos indicadores de la degradada situación sanitaria de los países subdesarrollados: el alto número de habitantes por médico, las elevadas tasas de mortalidad infantil (número de niños fallecidos antes de cumplir un año por cada mil nacidos vivos) y la baja esperanza de vida al nacer. Las diferencias en esos tres indicadores son enormes entre los países ricos y los pobres, especialmente los menos adelantados.En lo que atañe a las necesidades psíquicas, las posibilidades de acceso a la educación son mucho más altas en los países ricos que en los pobres. La tasa de analfabetismo de adultos (en porcentaje de la población adulta total) apenas llega al 4 por 100 en la OCDE mientras que alcanza el 35 por 100 en los países de ingreso bajo y mediano (79 por 100 en Sierra Leona, 70 por 100 en Chad, 67 por 100 en Mozambique, 65 por 100 en Bangladesh, etc.). La tasa de matriculación en la enseñanza secundaria (porcentaje del grupo de edad correspondiente matriculado en el sistema educativo secundario) era en 1990 del 96 por 100 en la OCDE y del 39 por 100 en la media del Tercer Mundo (5 por 100 en Bhután y Burundi y 7 por 100 en Mozambique, Chad y Guinea-Bissau).En cuanto al acceso a la actividad económica (empleo) y política (libertades públicas), los indicadores son mucho más difíciles de obtener. Sin embargo, todo parece indicar que el desempleo y, sobre todo, el subempleo (ocupación en actividades marginales y mal retribuidas) afectan a una proporción mayor de la población activa en los países ricos que en los pobres. Además, los regímenes políticos autoritarios son mucho más comunes en el Tercer Mundo que en los países desarrollados, si bien es cierto que la ola democratizadora de los últimos decenios ha llevado a una buena parte de la población mundial a una situación de mayor libertad, con la notable excepción de China, con sus 1.200 millones de habitantes, la quinta parte de los seres humanos.La manifestación principal del subdesarrollo, en lo que a aspectos estrictamente económicos se refiere, es la débil acumulación de capital o reinversión del excedente. Como señaló Paul Baran hace casi cuarenta años, los países subdesarrollados se caracterizan a la vez por generar un excedente proporcionalmente pequeño y por el hecho de que una parte de ese excedente es sustraído desde el exterior, en beneficio de economías extranjeras desarrolladas.Más específicamente, pueden enumerarse cuatro aspectos estructurales básicos de la economía de los países subdesarrollados: extraversión, polarización, desarticulación y dependencia.La extraversión es la orientación del grueso de la actividad productiva hacia el exterior. Puede medirse con un indicador aproximado que es el coeficiente de exportación (exportaciones de bienes y servicios no atribuibles a factores en proporción del PIB). En 1991 ese cociente fue, por término medio, de 19 por 100 en la OCDE. En Asia oriental (excluido el Japón) y en Africa al sur del Sáhara se situó en torno a 30 por 100. Sin embargo, el coeficiente de exportación de América Latina (18 por 100) es similar al de la OCDE, mientras que el de Asia meridional (10 por 100) es considerablemente más bajo.En términos generales, pese a las amplias diferencias entre regiones, puede afirmarse que una de las características más destacadas del subdesarrollo es una elevada orientación hacia afuera de la actividad productiva. Es bien cierto que en unos pocos casos (Corea del Sur o Taiwan), la extraversión es resultado de una indudable capacidad industrial, que desborda con creces los límites de un dinámico mercado interior. No obstante, la mayor parte de los países del Tercer Mundo presenta unos coeficientes de exportación altos (81 por 100 en Malasia, 64 por 100 en Mauricio o Jamaica, 36 por 100 en Chile o Nigeria) por motivo de la estrechez extrema de la demanda interior, esto es, de la renta por habitante.La polarización de la estructura productiva hacia determinadas actividades, las más sencillas y las de menor contenido tecnológico, es otro rasgo destacado del subdesarrollo. Por una parte, el grado de industrialización es, por lo general, sustancialmente más bajo en los países del Tercer Mundo que en los de la OCDE, si bien la diferencia es notablemente inferior a la que había en los años cincuenta, cuando todos los países subdesarrollados estaban subindustrializados. Actualmente la proporción del sector industrial en el PIB es alta (e incluso más elevada que en buena parte de los países de la OCDE) en Brasil y Corea del Sur (que forman parte del pequeño grupo de nuevos países industriales) y en Venezuela ó Argentina, en donde ronda el 50 por 100.Sin embargo, esas situaciones son excepcionales en el Tercer Mundo. Hay muchos más casos, como los de Tanzania (5 por 100), Uganda (12 por 100), Etiopía (13 por 100) o Mozambique (15 por 100), que siguen siendo países preindustriales. En otro orden de cosas, la polarización se manifiesta sobre todo en la composición del sector industrial. El sesgo hacia las ramas ligeras (confección, textil, calzado, juguetes, etcétera) y la insuficiencia de la sección de bienes de equipo (esto es, la producción de maquinaria) han sido, y siguen siendo, características específicas del subdesarrollo. Un indicador del peso relativo de la fabricación de bienes de equipo es el peso relativo de la maquinaria y el material de transporte en la producción manufacturera.Esa proporción es extremadamente baja en países como Bolivia (1 por 100), Etiopía (2 por 100), Chile o Venezuela (5 por 100), Marruecos (6 por 100) o Uruguay (9 por 100). La media de la OCDE se sitúa entre 25 y 30 por 100, aunque países como Alemania y Japón rondan el 40 por 100. De nuevo aquí hay algunas excepciones, como Brasil (23 por 100), Corea del Sur (32 por 100) o Singapur (53 por 100), pero son incluso menos numerosas que en el caso anterior. En suma, la mayor parte de los países del Tercer Mundo continúa apartada del proceso de expansión industrial moderna. En los pocos casos en que ha habido incorporación a ese movimiento, lo más notable es que se ha producido en sectores intensivos en trabajo, como artículos de confección, calzado, artículos electrónicos sencillos, etcétera, con muy pocas excepciones, como son las de los nuevos países industriales, fundamentalmente los asiáticos.En lo que se refiere a la "desarticulación", se trata probablemente del rasgo más aparente del subdesarrollo. Cualquier visitante de un país del Tercer Mundo puede observar claramente los enormes contrastes (que los economistas convencionales llaman dualismo) entre el centro de las ciudades y los arrabales circundantes, entre las condiciones de vida en las urbes y en el campo, entre los sectores moderno y tradicional de la agricultura o entre la industria de tecnología avanzada y la artesanía. La desarticulación hace referencia a la existencia de una economía de compartimentos estancos o de elementos aislados entre sí y de una actividad productiva dinámica fundamentalmente de enclave, esto es, controlada, de una u otra manera, por capital extranjero.Esta segunda faceta se pone de manifiesto, por ejemplo, en algunas zonas francas industriales de exportación en Asia oriental o en América Central y el Caribe. En ellas, empresas extranjeras se dedican a ensamblar para la exportación productos manufacturados con componentes y piezas generalmente importados y que, por tanto, como es el caso de la llamada industria maquiladora del norte de México, están más vinculadas a la economía mundial que al resto de la economía local. El economista chileno Osvaldo Sunkel ha hablado de la coexistencia de integración transnacional y de desintegración nacional para referirse a ese fenómeno.Manifestaciones de la desarticulación son:- la fragmentación del mercado interior en pequeños mercados aislados. La existencia de una economía rural de subsistencia, en la que hay una alta proporción de autoconsumo y en la que la principal forma de comercialización es el trueque, se manifiesta en fenómenos tan graves como la heterogeneidad de los precios, al no haber comunicación con los mercados urbanos, o la ausencia de propagación de los flujos monetarios y reales, así como de la información económica;- una "estructura no integrada de comunicaciones". Diversos indicadores de la densidad de medios de comunicación ponen de manifiesto esa situación. El número de teléfonos por cada mil habitantes es 100 veces inferior en Sri Lanka que en Estados Unidos. La proporción de carreteras asfaltadas, respecto de la superficie total, es, claro está, mucho más alta en los países desarrollados que en los subdesarrollados. Además, la dimensión relativa del correo interior (el número de cartas o paquetes postales que se distribuyen al año por cada mil habitantes) es notablemente inferior en estos últimos, como resultado no sólo del bajo grado de alfabetismo sino también y sobre todo de disparidad cultural;- una "aguda desarticulación social", por la existencia de particularismos raciales, étnicos, idiomáticos o religiosos (el caso extremo a este respecto es el de la India) y, sobre todo, por la existencia de una distribución de la renta marcadamente desigual. La gran distancia que existe entre ricos y pobres en los países desarrollados es incluso mucho más amplia en las naciones del Tercer Mundo, con muy pocas excepciones. Una forma de medir el grado de igualdad o de desigualdad en la distribución de la renta es utilizar el cociente resultante entre la proporción de la renta nacional del 20 por 100 más rico de la población y el peso relativo que corresponde a la quinta parte más pobre. Como puede verse en el cuadro adjunto, las diferencias son enormes en algunos países del Tercer Mundo. Sólo parece existir una excepción a esa pauta de subdesarrollo con falta de equidad; es la de unos pocos países asiáticos, como Taiwan y, en menor medida, Corea del Sur. Estos casos son además los de países que están saliendo del subdesarrollo.Por último, la "dependencia" es un factor a tener muy en cuenta, aunque probablemente sea exagerado asignarle un papel preponderante y casi exclusivo, como ha hecho la llamada Escuela de la Dependencia, precisamente.No hay duda, sin embargo, de que existe una dependencia comercial. Dos tercios de las exportaciones totales de los países del Tercer Mundo se dirigen a los países desarrollados, mientras que sólo una cuarta parte de las exportaciones de los países ricos va a parar al Tercer Mundo. Casi lo mismo ocurre con las importaciones. En suma, los países subdesarrollados dependen más del mercado de los países ricos de lo que estos últimos dependen de la demanda de los primeros. Hay además una concentración geográfica de las exportaciones específica desde el punto de vista regional. El grueso de las ventas al exterior de los países africanos al sur del Sáhara va a parar a la Unión Europea y, en particular, a Francia. La mayor parte de las exportaciones latinoamericanas se dirige a América del Norte (EE.UU. y Canadá), lo que también ocurre en el caso de Asia nororiental, aunque esa zona se está desvinculando progresivamente del mercado estadounidense. El Sudeste asiático encuentra un gran mercado en el Japón. En otros términos, parece como si existieran, al menos en el plano comercial, bloques formados por un gran centro desarrollado y varias economías subdesarrolladas periféricas.También cabe hablar de dependencia productiva. La participación del capital extranjero en la economía subdesarrollada suele ser muy alta, aunque también aquí hay excepciones importantes, como los casos de Corea del Sur o de Taiwan. El stock -cantidad acumulada- de inversión directa extranjera en el Tercer Mundo ronda el 10 por 100 de su PIB. La proporción del flujo anual de inversión directa extranjera en la formación bruta de capital fijo (esto es la parte de la inversión financiada por empresas multinacionales) varía mucho: es muy alta en Singapur, Argentina, Malasia, Chile o Tailandia; relativamente elevada en México, Filipinas o Brasil y baja, como ya ha sido dicho, en Corea del Sur o Taiwan.Una tercera manifestación de la dependencia es la subordinación financiera. Muchos países del Tercer Mundo, sobre todo en Africa y América Latina, padecen un enorme grado de endeudamiento exterior. En valor absoluto, los países más endeudados del Tercer Mundo son: Brasil, México, India, Indonesia y Argentina. Sin embargo, mucho más importante que el tamaño total de la deuda es la proporción de los pagos anuales en concepto de deuda (intereses más devolución de la parte correspondiente del capital) respecto de las exportaciones de bienes y servicios (que se denomina tasa de servicio de la deuda).Según ese indicador, los países con mayores problemas de endeudamiento serían Nicaragua, Argelia, Argentina, Costa de Marfil, Uruguay, México y Brasil, entre otros y por ese orden. También hay algunas economías africanas que dependen totalmente de la ayuda exterior para mantenerse: Mozambique, Tanzania, Guinea-Bissau, Chad o Ruanda reciben una asistencia exterior que equivale a más del 20 por 100 de su producto nacional bruto.Finalmente, existe también y sobre todo una enorme dependencia tecnológica. Muchos países subdesarrollados son inducidos, por la competencia internacional, a importar técnicas y bienes de equipo muy sofisticados con objeto de mantenerse en la carrera industrial. Por lo general, los países del Tercer Mundo tienen dificultades para adaptar, asimilar o incluso controlar esa transferencia tecnológica, por lo que se produce un efecto "bola de nieve" que encarece constantemente la técnica importada: sólo entre 1968 y 1980, el coste de importación de los conocimientos técnicos (patentes, marcas, servicios de consultoría, maquinaria, etcétera) transferidos desde los países desarrollados a los subdesarrollados pasó, para estos últimos, de 1.500 a 20.000 millones de dólares. Por todas esas razones, hay numerosos economistas que preconizan la adopción por el Tercer Mundo de técnicas "intermedias, a pequeña escala", más adaptables a su entorno económico y social.
Diversidad del Tercer Mundo
En los últimos años, y especialmente durante el decenio de los ochenta, se han acentuado las diferencias en el seno del Tercer Mundo. Entre 1980 y 1990, la renta per cápita creció mucho en Asia oriental -excluido el Japón- y lo hizo de forma considerable en Asia meridional. Sin embargo, esos años constituyeron un verdadero "decenio perdido" (en expresión de la CEPAL) para tres grandes zonas del Tercer Mundo: Oriente Medio y Norte de Africa, América Latina y el Caribe y el Africa subsahariana.Además, en los últimos treinta años algunas economías del Tercer Mundo se han industrializado muy rápidamente mientras que otras -la mayoría- se han mantenido en la subindustrialización o en el estancamiento. Mientras que los "nuevos países industriales" (Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong y Singapur, en Asia oriental, y Brasil y México, en América Latina) se han convertido, sobre todo en el caso de los cuatro "pequeños dragones" asiáticos, en importantes potencias manufactureras, el grueso del Tercer Mundo continúa todavía apartado de la expansión industrial moderna.Por consiguiente, se ha registrado una creciente heterogeneidad en el Tercer Mundo. Incluso es muy posible que algunos de los países citados estén incorporándose al mundo desarrollado. Es el caso especialmente de Corea del Sur y Taiwan, cuya renta per cápita es ya superior a la de Grecia o Portugal y se aproxima a gran velocidad a la de España. Corea del Sur ingresará en la OCDE en 1996. Curiosamente México, un país menos desarrollado que Corea, se incorporó a la organización en 1994. En todo caso, al margen incluso de estas excepciones, las diferencias entre países subdesarrollados son cada vez mayores.Cabe hacer brevemente referencia a los dos extremos del Tercer Mundo: los países menos adelantados (PMA) y los nuevos países industriales (NPI), aunque existen otras tipologías. Los PMA son unos cincuenta países, fundamentalmente del Africa negra, que, con una población conjunta de más de 500 millones de habitantes, forman el llamado "Cuarto Mundo", esto es, el de los países más pobres del Planeta. Han recibido una atención creciente por parte de la comunidad internacional: desde hace algunos años, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Comercio y el Desarrollo (UNCTAD, por sus siglas en inglés) publica un informe anual sobre esos países. Se caracterizan por tener una renta per cápita inferior a los 500 dólares (es decir, menos de una octava parte de la renta media mundial); un peso relativo de la producción manufactura en el PIB inferior al 10 por 100, y una tasa de alfabetización de adultos inferior al 20 por 100.Los principales PMA, por su peso demográfico, son, ordenados de menor a mayor PNB por habitante, Etiopía, Bangladesh, Nepal, Mozambique, Myanmar (la antigua Birmania), Tanzania, Sudán y Yemen. Los rasgos principales de sus economías son: una estructura productiva muy desarticulada y poco integrada, un nivel muy bajo de comercio exterior (los cuarenta PMA apenas llegan conjuntamente al 1 por 100 de las exportaciones mundiales frente al 9 por 100 de los cuatro "pequeños dragones" asiáticos), una dependencia extrema de la venta al exterior de uno o dos materias primas o productos alimenticios (monoexportación primaria), un mercado interior restringido, una acusada falta de servicios en educación y sanidad, una baja esperanza de vida al nacer, una alta tasa de analfabetismo y una elevada mortalidad. Por si esto fuese poco, muchos de ellos tienen un medio ambiente frágil (alto grado de exposición a desastres naturales, como ciclones, terremotos, desertización, etc.) y algún grave inconveniente geográfico o climático (insularidad, enclave, ausencia de litoral, etcétera).La situación general de los PMA ha empeorado incluso durante los años ochenta y primeros noventa. Han recibido una ayuda exterior insuficiente, problema al que hay que añadir unas políticas interiores poco adaptadas a las necesidades más urgentes (en gran medida por la imposición de programas de ajuste por parte de algunos organismos internacionales) y un marco internacional desfavorable, definido por los problemas de deuda externa o la caída de las cotizaciones internacionales de los principales productos primarios.Por el contrario, los NPI integran un selecto grupo de países que ha registrado en los últimos cuarenta años un crecimiento económico muy rápido, especialmente en el sector manufacturero, y que se han convertido en exportadores preeminentes de manufacturas. Aunque, según la clasificación de la OCDE, este grupo comprende seis países (Corea del Sur, Taiwan, Hong Kong, Singapur, Brasil y México), el fenómeno más notable es el que se ha registrado en los NPI asiáticos. Los "dragones" han crecido a una tasa media anual que rondó el 7 por 100 en 1965-90, periodo durante el cual el conjunto del mundo lo hizo a apenas 1,5 por 100 (2,4 por 100 en la OCDE). La participación de esos cuatro países -que tienen una población conjunta inferior a los 75 millones de habitantes- en las exportaciones mundiales pasó del 2 por 100 al 9,2 por 100 en 1992, un porcentaje que duplica el de toda América Latina e iguala al de Japón, que, recordemos, tiene más de 125 millones de habitantes y una renta per cápita equivalente a más del doble de la de los "dragones".Junto con Brasil y México, aunque éstos tengan un menor grado de desarrollo, los NPI son el reverso más claro de los PMA en la realidad mundial. Tienen una economía integrada y diversificada, unos altos coeficientes de comercio exterior, unas exportaciones diversificadas (Corea exporta desde artículos de confección hasta automóviles y componentes electrónicos avanzados), un mercado interior relativamente grande (los 20 millones de taiwaneses tienen una renta per cápita que se acerca rápidamente a la de España), y unos indicadores sociales muy superiores a la media del Tercer Mundo y mayores que los de algunos países de la OCDE. Hong Kong y Corea (así como presumiblemente Taiwan, cuyas estadísticas no figuran en el informe por no ser país miembro) tienen, según el PNUD, un IDH superior al de Portugal y casi tan alto como el de España.Las razones que explican el crecimiento y el desarrollo extraordinario de los "dragones" son diversas. De entrada, es sorprendente que el crecimiento más alto del Tercer Mundo se haya producido en países carentes de recursos naturales, con una escasa tierra cultivable, que en los años cincuenta se contaban entre los más pobres del mundo y cuyas economías (muy orientadas a la exportación y muy dependientes de la importación de petróleo) eran potencialmente muy sensibles a las perturbaciones comerciales y energéticas externas de los años setenta y ochenta.Entre otros factores del desarrollo de Corea del Sur y Taiwan, los más citados por los especialistas son: una agricultura dinámica, gracias fundamentalmente a una ambiciosa reforma agraria, que contribuyó mucho a la industrialización; una amplia disponibilidad de capital extranjero en los años cincuenta y sesenta (la ayuda estadounidense, suministrada al ser países situados en la frontera exterior de la "guerra fría"); y un Estado intervencionista, en lo que se refiere al menos al sistema financiero, a la actividad exportadora y a la política industrial. En suma, la experiencia de los "dragones" no es la de un "milagro" económico "liberal", como ha defendido, por ejemplo, B. Balassa, por cuanto hay razones identificables que explican ese, sin duda extraordinario, crecimiento y porque la intervención del Estado en la actividad productiva fue al menos tan importante como en Japón.
La lucha contra el subdesarrollo
En los últimos diez años se han producido en el mundo varios acontecimientos de enorme repercusión: el final de la guerra fría, que ha permitido reducir los gastos militares y extender las libertades políticas a la mayor parte de la población del planeta; la reforma económica en China, que ha mostrado un gran vigor y tenido un éxito notable, lo que ha abierto el camino de la prosperidad a más de 1.200 millones de personas; por último, la creciente toma de conciencia de la gravedad de los problemas medioambientales como el efecto invernadero, la destrucción de la capa de ozono, la lluvia ácida, etcétera. El progreso ha sido por tanto espectacular. Sin embargo, el subdesarrollo sigue siendo una asignatura pendiente en el mundo de hoy. Es urgente, como ha reclamado insistentemente el PNUD, "un pacto internacional para promover el desarrollo humano".Con objeto de crear un orden internacional más justo, es imprescindible al menos la reforma de los principales organismos multilaterales del sistema de las Naciones Unidas. Especialmente clamorosa es la necesidad de cambiar los comportamientos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, las dos instituciones gemelas nacidas de la conferencia de 1944 de Bretton Woods. Hay que otorgar al Tercer Mundo una mayor capacidad de influencia en la toma de decisiones de esos dos organismos, para evitar que se mantenga su sesgo actual en favor de los países desarrollados. Por otra parte, es necesario y posible liberar recursos financieros para conseguir objetivos de desarrollo, como la universalización de la educación básica, de la asistencia médica primaria o del acceso al agua potable; la eliminación de la desnutrición aguda; el mayor acceso a los métodos de planificación familiar; así como el descenso paulatino de la pobreza absoluta, para lo que será necesario aumentar el empleo y el crecimiento económico general. Para obtener esa financiación, el PNUD recomienda las siguientes medidas fundamentales:- proseguir y acentuar la reducción de los gastos militares en los países desarrollados y subdesarrollados, para ampliar el llamado "dividendo de la paz";- aumentar y, sobre todo, reformar la ayuda oficial al desarrollo, que apenas alcanza, para los objetivos de la OCDE, un 0,35 por 100 de su PNB (la mitad del objetivo propuesto hace veinte años por las Naciones Unidas) y que es necesario reorientar hacia los países más pobres y los gastos prioritarios desde el punto de vista humano;- condonar una parte significativa de la deuda externa, que actualmente bloquea las posibilidades de desarrollo en muchos países del Tercer Mundo;- abrir los mercados solventes de los países desarrollados a las exportaciones de los del Tercer Mundo, especialmente en productos agrícolas y artículos textiles y de confección, ya que el proteccionismo actual es una de las manifestaciones más claras de la falta de solidaridad internacional;- finalmente, impulsar la financiación internacional del desarrollo sostenible, esto es, respetuoso con los equilibrios ecológicos.Medidas ciertamente ambiciosas, pero imprescindibles para empezar de una vez a colmar la brecha que existe entre desarrollo y subdesarrollo.
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