La expedición
En octubre de 1788 el monarca Carlos III aprueba
el plan presentado por el oficial de la armada Alejandro Malaspina con
la intención de efectuar un viaje científico y político alrededor del
mundo. Ahí comienza la exploración naval más audaz de cuantas
patrocinase el tercero de los Carlos, propiamente conocida como
expedición Malaspina.
Para navegar, el proyecto contó con las corbetas
Descubierta y Atrevida, al mando de Alejandro y del también capitán de
fragata José Bustamante y Guerra. Los preparativos se efectuaron en un
tiempo récord. No trascurrió un año y las embarcaciones estaban
dispuestas, la tripulación reclutada, contratados los naturalistas,
comprados los pertrechos y adiestrada la oficialidad. El jueves 30 de
julio de 1789 las naves permanecen amarradas en el puerto de Cádiz, los
tripulantes esperan nerviosos la inminente partida; como sucedió.
Cincuenta y un días tardaron en avistar tierra
americana. El 19 de septiembre fondean en la rada de Montevideo. Amplios
arroyos, hermosas alamedas, e inmensas dehesas pasto de vacas y
caballos, rodeaban la ciudad cuyas calles sucias y mal empedradas no
resultaban tan placenteras como los alrededores. El cerro del Pan de
Azúcar domina el lado occidental convertido en un esplendoroso jardín
botánico adornado de minúsculos colibríes.
Desde Montevideo la expedición abandonó la
jurisdicción del océano Atlántico, reconocieron la costa patagónica, las
islas Malvinas y bordearon el cabo de Hornos. En aguas del Pacífico los
puertos de Concepción, Valparaíso, Coquimbo y Arica fueron las plazas
elegidas para el atraque de las embarcaciones. La región era una mina
deslumbrante con yacimientos de oro, plata, cobre y mercurio, hacia
donde dirigía su ávida mirada la Corona.
La navegación prosiguió, atracaron en el puerto
del Callao finalizando mayo. Se aprovecharía la mala climatología para
administrar un merecido descanso. Compraron víveres, repararon las
naves, ordenaron el material científico, y exploraron la región. El 20
de septiembre las corbetas volvían a navegar. Guayaquil, Panamá y
Nicaragua eran los siguientes destinos en un litoral adornado con
majestuosos volcanes. Las embarcaciones viajaron separadas para acelerar
los reconocimientos, recuperando el retraso causado por los continuos
periodos de calma. Acapulco sería la próxima cita; por poco tiempo pues
marcharon sin dilación a reconocer la costa noroeste, buscaban el paso
interoceánico descrito en el apócrifo viaje de Ferrer Maldonado, allá
por 1588. El paso no existía.
Mientras las corbetas transitan las gélidas aguas
del noroeste una comisión de naturalistas disfruta del calor mejicano.
Recorrieron Petaquillas, Chilpancingo, Tasco, Cantarrana, Mochitlan,
Méjico, Cuernavaca, Guadalupe, Puebla, y tantos otros lugares. A finales
de noviembre la expedición se reagrupa en Acapulco dispuestos a
reconocer las islas Marianas y Filipinas, donde pasarán la estación
monzónica. Viajarán luego a Nueva Zelanda y Nueva Holanda; y llegaron a
las islas de los Amigos disfrutando de un paradisiaco descanso
agasajados por los nativos.
Amanecido el 1 de julio de 1793 las embarcaciones
izan velas de regreso a España. El viaje finalizará recorriendo los
diferentes paralelos de América meridional, corrigiendo posibles errores
hidrográficos. Alcanzado el año 1794, mediado febrero, avistaron
nuevamente Montevideo, puerto donde se unieron al convoy de Lima para
realizar junto a la fragata de guerra Gertrudis la travesía hasta Cádiz
en previsión de algún contratiempo bélico. La armada francesa era el
enemigo. Transcurridos cinco años de navegación, el 21 de septiembre de
1794 las corbetas vuelven al fondeadero gaditano. No dieron la vuelta al
mundo pero exploraron detenidamente tierras y mares de América, Asia y
Oceanía.
El final fue dramático para Alejandro Malaspina.
Reconociendo sus méritos, en 1795 fue nombrado brigadier y junto al
ascenso se ganó la enemistad de Manuel Godoy. No tardó el primer
ministro en urdir la trama necesaria para acusarle de instigador y
revolucionario. Malaspina es arrestado, juzgado y sentenciado a diez
años y un día de prisión en las mazmorras del castillo coruñés de San
Antón. En 1803 la pena fue conmutada por el destierro a Italia
trasladándose a Génova. Fallece en Pontremoli el 9 de abril de 1810. Un
vergonzante proceso político puso colofón al episodio viajero más
destacado de la centuria, tirándose por la borda años de duro trabajo
dedicados a componer la historia de nuestra América.
Fuente: http://www.expedicionmalaspina.es
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