El
marco histórico
Tras la división del imperio romano en dos, Roma y su
imperio occidental se desintegran y el imperio romano de oriente se
afianza y asegura su supervivencia con el esplendor de
Constantinopla, la capital, que pasará a llamarse Bizancio. A partir
del siglo V Bizancio se afianza como centro cultural y político que
alcanza con Justiniano (s. VI) el máximo apogeo. La cultura
bizantina continúa la tradición paleocristiana con las aportaciones
de Oriente, Egipto y la herencia helenística. Su pujanza se mantiene
casi hasta la caída de Constantinopla en manos de los turcos en
1453.
Arquitectura
CARACTERÍSTICAS
GENERALES
Fue el bizantino un estilo conservador, al servicio de la Iglesia y del emperador que sirve para mostrar su prestigio y poder. No existe preocupación por la forma, se interesa por lo divino y espiritual lo que se traduce en una exagerada ornamentación. El cuerpo humano pierde valor como tal y se representa como morada del espíritu. La influencia oriental se refleja especialmente en el fastuoso colorido (sobre todo en los interiores) de las construcciones que se decoran con brillantes mosaicos y pinturas.
Las aportaciones
arquitectónicas son fruto de profundos estudios científicos
aplicados a la construcción y de las influencias del arte romano.
Los edificios se construyen con piedra, algunas de ellas muy
ligeras, de consistencia porosa, y con ladrillos. Los
materiales no tienen por qué ser especialmente ricos puesto que más
tarde van a ser revestidos de mármoles y mosaicos. En general,
podemos afirmar que los edificios bizantinos son sobrios e incluso
pobres en el exterior, y deslumbrantes en el interior.
La arquitectura
bizantina es abovedada. La aportación bizantina más
sobresaliente es la solución que dan al sostenimiento de las
bóvedas*. Los problemas fueron resueltos de manera definitiva
aportando una solución válida al difícil obstáculo de los empujes
de las bóvedas y cúpulas* mediante el empleo de pechinas*
(triángulos curvos), medias cúpulas y otros elementos de sujeción
(contrafuertes, muros gruesos).
Las plantas pueden ser
de tipo basilical y central. Las plantas basilicales se cubren con
bóvedas. En las de planta central la cúpula puede ir directamente
sobre e muro o bien descansar sobre columnas que sirven para crear un
espacio anular. La basílica bizantina aporta algunas modificaciones:
el atrio se reduce al final a un pórtico* adosado a la
fachada de la iglesia. El nártex es el lugar de reunión de los
catecúmenos que no podían asistir a algunas ceremonias. La
iconostasis*, especie de cancela que separa el espacio
destinado a los presbíteros. La tribuna*, destinada a las
mujeres, en el piso superior, es el antecedente del triforio*
medieval, sobre las naves laterales.
La bóveda se asemeja al
cielo en el que resplandecen las estrellas, de la misma manera que
resplandecen los mosaicos que la recubrían.
Las columnas y los
capiteles eran de ricos materiales. Los capiteles suelen ser
corintios trabajados a trépano* y, en algún que otro caso,
de caras planas y formas cúbicas muy depuradas. Sobre ellos se
coloca el cimacio*.
La decoración es un
elemento esencial de la arquitectura bizantina. Sienten verdadera
adoración por los colores intensos que pueblan los mosaicos que
revisten no los suelos, como se hacía en el arte romano, sino los
muros y cubiertas.
LA PRIMERA EDAD DE
ORO (S. VI-VII)
De este período el
edificio más representativo es, sin duda, la iglesia de Santa
Sofía de Constantinopla. Esta iglesia, se edificó sobre otra
anterior dedicada a la Santísima Sabiduría (Sofía en griego
significa sabiduría) que había ardido en el transcurso de una
revuelta. El emperador Justiniano se planteó el proyecto como una
gran empresa para lo cual eligió a dos importantes arquitectos:
Antemio de Tralles e Isidoro de Mileto, matemático e
ingeniero respectivamente. Levantan un templo de planta cuadrada en
la que aparecían la nave central, las laterales estrechísimas, el
nártex y el atrio. El ábside se cubre con una bóveda de cuarto de
esfera y el espacio central con una gran cúpula sobre cuatro
pechinas La cúpula aloja cuarenta ventanas en su arranque para
aligerar su peso. A 55 metros de altura se sitúa la clave de esta
cúpula que era el espejo de la bóveda celeste. El empuje se
contrarresta con dos medias cúpulas que, a su vez, se apoyan otras
dos cada una, llamadas exedras, que en el exterior se refuerzan con
contrafuertes.
Todo el espacio estaba
recubierto de dorados mosaicos y revestida de placas de mármol que
generan una atmósfera irreal y luminosa. Hoy sabemos que los
primeros mosaicos de la cúpula eran simplemente dorados y que más
tarde se representó una cruz. Las ventanas llevaban vidrios
coloreados que permitían la penetración de una luz tamizada.
En el exterior sobresale
el juego de volúmenes y la simplicidad que contrasta con el interior
profusamente decorado y notablemente más complejo. Sofía es uno de
los edificios más trascendentales de la arquitectura bizantina y uno
de los que más veces se tratará de imitar a lo largo de la historia
de la arquitectura.
Rávena es un
foco fundamental del arte bizantino en la península italiana, en el
que las aportaciones de este se funden con la tradición romana. Allí
se construyen San Apolinar in Classe y San Apolinar il
Nuovo, edificios que por sus plantas basilicales de tres naves y
arcos de medio punto sobre columnatas, encajan perfectamente en la
arquitectura paleocristiana, pero que tienen muchos elementos de
origen oriental: los capiteles, la forma del ábside y los magníficos
mosaicos.
Mosaico, S. Apollinare Il Nuovo. Ravena |
Con todo, es la iglesia
de San Vital (546-548), también en Rávena, la que más se
aproxima a la arquitectura de Justiniano. Su planta es octogonal con
una gran cúpula sobre un tambor cilíndrico que se apoya en ocho
pilares con arcos. A los pies destaca el nártex rectangular. En esta
iglesia se conservan los mosaicos de la corte de Justiniano y su
esposa.
LA SEGUNDA EDAD
DE ORO (S. IX-XII)
Una vez que se han
sentado las bases de la arquitectura bizantina en la etapa anterior,
parece haber quedado establecido el modelo de iglesia de planta de
cruz griega cubierta con cúpulas. En Venecia, la iglesia de San
Marcos de planta de cruz griega, con cinco cúpulas, una en el
centro y las otras cuatro en cada uno de los brazos, demuestra la
influencia de la arquitectura bizantina en esta zona.
Basílica de San Marcos Venecia |
Las
artes plásticas
El movimiento
iconoclasta. El desarrollo de las artes plásticas en Bizancio
está determinado por el problema de la querella por el culto de las
imágenes. Esta nace en el momento en que comienza a considerarse el
culto a las imágenes religiosas como una forma de idolatría. Los
que rechazaban las imágenes se apoyaban en la tesis de que la
divinidad es irrepresentable y buscaban una religiosidad más pura e
intelectual. Este pensamiento trajo consigo la desaparición de una
buena cantidad de obras de arte. Por otro lado, los defensores
opinaban que lo divino se podía representar desde el momento en que
Jesucristo es la encarnación de Dios, y no sólo esto, sino que el
artista, inspirado por Dios, era capaz de plasmar su esencia en la
obra de arte.
LA MINIATURA Y LOS
ICONOS
La miniatura
adquirió una gran importancia en este período, especialmente
durante el reinado de Justiniano. Se cree que en torno al palacio
existían importantes talles dedicados a esta labor. Los diferentes
textos iban acompañados de ilustraciones que servían para aclarar
los contenidos. En estas miniaturas se funden dos corrientes
diferentes, por un lado la oriental de un estilo más decorativo y,
por otro, la clásica, majestuosa y rica.
Los iconos son
otra importante manifestación plástica. El icono es pintura
religioso sobre tabla, recubriendo con láminas de oro o plata casi
toda la superficie para dejar al descubierto el rostro y las manos.
El fondo dorado contribuye a reforzar el profundo sentido de
irrealidad y divinidad que los caracteriza. Representan la figura de
la Virgen o de Cristo. Los rostros ofrecen una marcada rigidez y
frontalidad con lo que se pretende resaltar su espiritualidad.
LOS MOSAICOS
En relación con el mosaico bizantino, lo primero que
hay que decir es que tiene notables diferencias con el mosaico
romano. En primer lugar, los mosaicos romanos se solían emplear para
revestir el suelo, mientras que el bizantino se emplea para toda la
superficie del muro y para las cubiertas inundando el espacio
arquitectónico. También las diferencias se extienden al campo de lo
técnico, puesto que las teselas no son sólo de piedra, sino que se
incorporan las pastas vítreas de diversos colores e incluso piedras
preciosas. En general, el mosaico bizantino es más refinado
técnicamente e incorpora el oro para los fondos, con lo que se
consiguen mejores efectos estéticos.
Las imágenes que se representaban en la iglesia tenían
lugares prefijados, se ordenaban según unos criterios
preestablecidos: en la bóveda del ábside o en la cúpula iba la
figura de Cristo, la Virgen y los santos siempre por debajo de Cristo
y en el muro las escenas del Juicio Final.
Los fondos son dorados, lo cual genera una fuerte
sensación de irrealidad. Las figuras permanecen inmóviles y
hieráticas, de ellas sobresale la intensidad de sus miradas. Se
puede hablar de una tendencia generalizada a la abstracción y el
antinaturalismo.
Los ejemplos más interesantes de mosaicos que se
conservan son los conjuntos de Rávena, especialmente los de San
Vital, en los que se representa a la corte de Justiniano y
Teodora con sus respectivos séquitos portando ofrendas, con las
características que ya hemos mencionado de hieratismo y frontalidad.
San Apolinar el Nuevo y San Apolinar in Classe también
conservan ricos mosaicos.
La maestría de los bizantinos en el trabajo de los
mosaicos se conoció más allá de los límites del Imperio
Bizantino, tanto que fueron reclamados por los califas cordobeses
para decorar las superficies del mihrab de la mezquita
de Córdoba.