El Palacio Salvo de 105 metros de altura fue inaugurado el 12 de octubre de 1928, siendo la edificación más alta de Sudamérica hasta el año 1935. El mismo fue construido donde alguna vez estuvo ubicada la confitería La Giralda, lugar donde se tocó por primera vez el tango La Cumparsita, de Gerardo Matos Rodríguez, en 1917.
Actualmente continúa siendo uno de los edificios más altos de la ciudad. Es Monumento Histórico Nacional desde 1996.1
Este edificio tiene su hermano gemelo en estilo ecléctico, construido por el mismo arquitecto en Buenos Aires, el Palacio Barolo.
 ¿Cómo se llega a ser un símbolo?
Hay determinadas condiciones que se dan en el Palacio Salvo que lo llevan a 
constituirse en un símbolo de Montevideo, fuera de su imagen y forma 
arquitectónica.
La elaboración de un símbolo es algo cultural y por lo tanto marcado por una 
sociedad, una época, un lugar y un tiempo histórico determinados. Su posterior 
evolución también se verá pautada por estos factores. En el caso del Palacio 
Salvo, cobra importancia clave su historia previa, la época en que se erigió y 
el lugar específico donde se ubica.
Aun antes de la colocación de su piedra fundamental, el predio ya tenía una 
carga emotiva muy grande. Había que demoler "La Giralda", uno de los cafés más 
famosos de ese tiempo, donde -por si fuera poco- la orquesta de Roberto Firpo 
había estrenado "La cumparsita", en 1917.
Debía valer la pena lo que viniera después. Y la expectativa fue muy grande. 
Se hizo un llamado a concurso en el que participaron arquitectos uruguayos y 
extranjeros. Se lo declaró desierto. Posteriormente se eligió el proyecto de uno 
de ellos (el italiano Palanti) que había participado en el concurso y que tenía, 
entre sus obras realizadas, un edificio muy similar al que luego sería el Salvo, 
en Avenida de Mayo en Buenos Aires (el Palacio Barolo). Se prometió un hotel de 
lujo, "con todo el confort de las exigencias modernas" (10) y el edificio más 
alto del mundo en cemento armado, se presentó como el primer rascacielos de la 
ciudad. 
Sus dueños eran de los empresarios más prósperos y poderosos del país. Ellos 
mismos constituían un ejemplo de lo que era posible en el Uruguay de los años 
veinte; la demostración cabal de que alguien que había llegado escapando a la 
miseria en países lejanos, podía llegar a volverse millonario con el fruto de su 
trabajo. La familia misma era un símbolo. Y la creación de ese gigante era 
ofrendado a la ciudad, como un reconocimiento a su gente. 
Cómo no iba a generar expectativas el edificio, si ya traía todos estos 
elementos antes de empezar a levantarse, cuando su forma estaba recién 
delineándose en la cabeza de Palanti y su silueta se dibujaba, quién sabe cómo, 
en las mentes de los montevideanos que pasaban por la Plaza Independencia y 
contemplaban azorados el pozo cada vez más profundo donde antes había estado "La 
Giralda".
Además de la carga de toda esta historia previa, otro aspecto fundamental 
para la elaboración de este símbolo es la época en que se construyó. El Uruguay 
del Centenario, de la consolidación y de la prosperidad, del progreso sin 
límite. Del ascenso social, de las quimeras, del animarse a lo que fuera, porque 
todo podía ser posible. Un país que se refundaba y buscaba nuevas imágenes donde 
poder mirarse y reconocerse. El Palacio Salvo es un símbolo de esa época. Es la 
concreción de un sueño, de gente que se animaba a desafiar la inercia y las 
alturas, hasta arañar el cielo.
El otro factor decisivo que se quiere anotar es el lugar específico donde se 
ubica. Bordeando la Plaza Independencia, del lado donde se inicia la Ciudad 
Nueva. Ocupando una manzana, recostado sobre una esquina, mirando hacia la 
Ciudad Vieja, la bahía y abriendo la avenida principal. El lugar le permitió 
destacarse en el espacio, sin que hubiera nada que lo ahogara.
Además, en los años veinte se inaugura el monumento a Artigas en la Plaza 
Independencia. Con motivo de los festejos del Centenario se empiezan a realizar 
allí los homenajes más importantes. Se consolida plenamente el desplazamiento 
desde la plaza más significativa de la Ciudad Vieja (la Matriz) hacia la de la 
Independencia. En un momento en el que se buscaba fundar una nueva identidad 
nacional, el santuario elegido parece ser justamente esta última, y a su lado, 
enmarcándola, estará el Palacio Salvo.
Por otra parte, no se debe olvidar que en esa época la entrada principal a la 
ciudad era la del puerto, y desde allí el Salvo es una de las primeras cosas que 
se ven. Su silueta anuncia la llegada a Montevideo. Por algo en uno de sus pisos 
altos funcionó durante muchos años el puesto de Vigía del Puerto.
En último término, queremos referir la importancia que adquiere la historia 
propia del edificio. El conjunto de hechos que fue generando a lo largo de su 
vida, que fueron marcándolo y añadiendo significados al símbolo que es hoy.
Ya a partir de su inauguración se desarrolló en él la Primera Exposición de 
la Industria Nacional, que fue un éxito auténtico. Visitada por miles de 
personas, por escuelas, obligada por la admiración del público a extender la 
duración de su apertura inicialmente programada, demostraba la calidad de los 
productos uruguayos. Y más aún, la confianza que diversos sectores del país 
tenían en sí mismos.
Las fiestas llevadas a cabo en sus salones, las actuaciones y estadías de 
artistas y visitantes famosos; los cenáculos literarios que tuvieron lugar en 
él, sus reductos inaccesibles de creación; todo esto le fue dando una atmósfera 
especial y cosmopolita. La amplia lista de personajes de nuestra cultura que 
vivieron en él mucho o poco tiempo fue sumando realidades que contribuyeron a 
generar los mitos y leyendas que también integran la historia del Palacio Salvo.
Una historia que lleva ya más de 75 años y que pasó por diferentes 
estaciones. Desde la magnificiencia inicial, pasando por una etapa de deterioro 
hasta llegar a estos tiempos de hoy, en los que ha sido reconocido su valor 
cultural y patrimonial.
Índice
Características
De estilo Art déco ecléctico, que combina referencias renacentistas con reminiscencias góticas y toques neoclásicos, su silueta característica se ha convertido en un emblema de la ciudad y recordatorio de los años de prosperidad de las primeras décadas del siglo XX. En el subsuelo, hoy ocupado por un garage, hubo un teatro donde actuaron Joséphine Baker, los Lecuona Cuban Boys y Jorge Negrete, entre muchos otros.3 Es uno de los principales polos de atracción turística de Montevideo.
Cuenta con dos sótanos, planta baja, entrepiso, ocho pisos altos completos y quince pisos de torre, alberga 370 unidades habitacionales.4 Fue construido para funcionar como edificio de oficinas con un sector destinado a hotel y la planta baja dedicada a locales comerciales, con un pasaje que conecta la Plaza Independencia con la calle Andes. Actualmente cuenta con comercios en la planta baja, y los pisos superiores están dedicados a viviendas y oficinas. Gran parte de los elementos ornamentales ubicados en las esquinas fueron removidos, debido a los sucesivos desprendimientos sobre la vía pública.1

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