El imperialismo, fase superior del capitalismo
Lenin escribió “El Imperialismo…” en Zurich (Suiza) entre enero y julio de 1916, aunque se publicó por primera vez en Petrogrado en abril de 1917. El trabajo de Lenin sigue siendo un instrumento indispensable para el análisis de la sociedad capitalista contemporánea.
Escribía Lenin en 1916: “El capitalismo se ha transformado en un sistema universal de opresión colonial y de estrangulación financiera de la inmensa mayoría de la población del planeta por un puñado de países “avanzados”. Este “botín” se reparte entre dos o tres potencias rapaces de poderío mundial, armadas hasta los dientes (Estados Unidos, Inglaterra, Japón) que, por el reparto de su botín arrastran a su guerra a todo el mundo” (El imperialismo…Prólogo a las ediciones francesa y alemana de julio de 1920, párrafo II).
El imperialismo fue definido por Lenin hace mucho tiempo por varios rasgos principales los cuales vamos a recordar como forma de comprender que siguen vigentes en la etapa capitalista actual y por tanto el imperialismo sigue existiendo.
Dice Lenin que el imperialismo es la fase superior y última del capitalismo, que comenzó a fines del Siglo XIX y comienzos del XX, etapa de su descomposición y muerte, etapa de las revoluciones socialistas.
Señaló los siguientes cinco rasgos principales del imperialismo: la concentración de la producción y del capital, que condujo a la formación de los monopolios que desempeñan un papel decisivo en la vida económica; la fusión del capital bancario con el industrial y la formación sobre esta base del "capital financiero" y de la oligarquía financiera; la exportación del capital, a diferencia de la exportación de mercancías, adquiere un significado particularmente importante; la formación de las uniones monopolistas internacionales de los capitalistas, que se reparten el mundo y la culminación de la división territorial del mundo entre las mayores potencias capitalistas.
La esencia económica y el rasgo principal del imperialismo señala Lenin es la sustitución de la libre concurrencia por el dominio de los monopolios. Los monopolios establecieron su dominio absoluto sobre la economía y la política de los más grandes países capitalistas. Así, en Estados Unidos ciudadela del imperialismo, están monopolizadas en la actualidad todas las ramas principales de la producción entre el 60% y el 100%. El dominio de los monopolios capitalistas en la vida económica es completado por su poder omnímodo en la política. Los monopolios someten a su arbitrio el aparato del Estado y lo utilizan en beneficio de su enriquecimiento.
El imperialismo es el capitalismo parasitario, putrefacto y moribundo. Lleva hasta los últimos límites la contradicción entre el trabajo y el capital, entre los diversos estados imperialistas entre los estados imperialistas y los países coloniales y dependientes. La extrema agudización de las contradicciones de la sociedad capitalista en la época del imperialismo no significa el estancamiento absoluto del capitalismo. Lenin decía: “sería un error pensar que la tendencia a la putrefacción excluye el rápido crecimiento del capitalismo; no, algunas ramas de la industria, algunas capas de la burguesía, algunos países presentan en la época del imperialismo con mayor o menor fuerza a veces una y otras veces otra de estas tendencias”.
El desarrollo del capitalismo en la época del imperialismo es extremadamente desigual y se realiza a saltos. Cambia la correlación de las fuerzas económicas y militares de los estados imperialistas.La desigualdad del desarrollo conduce con el tiempo a una violenta ruptura del equilibrio dentro del sistema mundial del capitalismo, a la agudización de las contradicciones y al debilitamiento mutuo de los países enemigos. Por eso, enseña el leninismo, en la época del imperialismo es posible la victoria del socialismo al principio en algunos países o en un país por separado, y es imposible la victoria simultánea del socialismo en todos los países.
La obra “El IMPERIALISMO, FASE SUPERIOR DEL CAPITALISMO” es la continuación directa de El Capital de Marx. Lenin estudia la evolución del capitalismo en una época nueva, la del imperialismo. Y muestra que el imperialismo es la última fase, la fase superior del capitalismo, la del capitalismo parasitario, putrefacto, agonizante.En los seis primeros capítulos, Lenin analiza los cinco rasgos principales del imperialismo. La libre competencia que dominaba bajo el capitalismo premonopolista ha desembocado en la concentración de la producción y en la centralización del capital. Los monopolistas han comenzado a desempeñar un papel preponderante en la economía; tal es el primer rasgo del imperialismo. La producción se ha concentrado hasta tal punto, que la dominación de los monopolios no significa sin embargo, que la crisis, la competencia, la anarquía y las demás plagas del capitalismo sean suprimidas.
Al contrario, los monopolios aumentan el caos y la anarquía propios de la producción capitalista en general.Dice Lenin que “los monopolios, que derivan de la libre concurrencia no la eliminan, sino que existen por encima y al lado de ella, engendrando así una serie de contradicciones, rozamientos y conflictos particularmente agudos”.
La concentración de los bancos y la formación de monopolios bancarios han transformado a los bancos, de intermediarios en monopolistas omnipotentes del mercado financiero. Como consecuencia de la fusión de los mayores bancos y de los monopolios industriales, aparece el capital financiero que constituye el segundo rasgo del imperialismo. El imperialismo es el dominio de un puñado de magnates de las finanzas que condenan a las masas trabajadoras a una explotación feroz.
La exportación del capital, paralelamente a la exportación de mercancías, se ha convertido en manifestación típica del capitalismo imperialista. En pos del beneficio máximo, el capital se precipita hacia los países donde puede hallar mano de obra y materias primas baratas. La exportación de capital, al imponerse sobre la exportación de mercancías, marca con el sello del parasitismo al país que vive de la explotación del trabajo de otros países y de las colonias; acentúa entre los países capitalistas las contradicciones y la lucha por las esferas de aplicación del capital.
Tal es el tercer rasgo del imperialismo. El cuarto reside en esto: los grupos de monopolios se reparten en primer término el mercado nacional, a lo que sigue el reparto económico del mercado capitalista mundial entre las grandes asociaciones de monopolios internacionales. Ahora bien, esas uniones internacionales todopoderosas, carteles, sindicatos, trusts, consorcios, se componen de monopolios aislados y de grupos de monopolios que sostienen en su interior una lucha encarnizada por aumentar su participación en los beneficios.
Todo lo cual desemboca en una acentuación de la competencia en el seno de las asociaciones monopolistas internacionales, resta solidez a los acuerdos entre monopolistas dentro de esas asociaciones y provoca entre ellos la lucha por el reparto de los mercados.
El reparto económico del mundo entre los grupos de monopolios más poderosos se halla íntimamente ligado al quinto rasgo del imperialismo: la terminación del reparto territorial del mundo entre los Estados imperialistas y la lucha por su redistribución, por la conquista de tierras extranjeras. En virtud de la ley del desarrollo económico y político desigual de los países capitalistas en la época del imperialismo, tales o cuales países capitalistas se adelantan a otros en su desarrollo, lo que hace cambiar la correlación de fuerzas en la arena internacional y pone en el orden de día la cuestión de la redistribución del mundo ya repartido entre los países capitalistas.
En consecuencia se desencadenan guerras imperialistas que arrastran dentro de su órbita a casi todos los países capitalistas y pueblos del mundo. La lucha por la redistribución del mundo toma la forma de una lucha por el dominio mundial de un grupo de estados imperialistas o de un solo país capitalista, el más poderoso.
“Por esto, las alianzas sea cual fuere su forma: una coalición imperialista contra otra coalición imperialista, o una alianza general de todas las potencias imperialistas- no pueden constituir, inevitablemente más que treguas entre las guerras. Las alianzas pacíficas preparan las guerras y, a su vez, surgen del seno de la guerra, condicionándose mutuamente, engendrando una sucesión de formas de lucha pacífica y no pacífica sobre una y la mismabase de relaciones imperialistas y de relaciones recíprocas entre la economía y la política mundiales”. Estas palabras de Lenin han sido plenamente confirmadas por los acontecimientos de la historia de las últimas décadas. La “tregua” entre las dos guerras mundiales duró menos de veinticinco años y el intervalo fue ocupado por numerosos conflictos militares aislados.
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