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Causas de la Independencia Hispanoamericana 1808-1826


El proceso histórico que culmina con la proclamación de las repúblicas independientes en el espacio americano que había formado parte de la Corona española es consecuencia de una multiplicidad de factores que es difícil sistematizar. El presente trabajo se va centrar en el análisis de las circunstancias que propiciaron el ciclo independentista desarrollado entre 1808 y 1824

Trataremos de describir las diferentes situaciones que causaron el debilitamiento primero y la ruptura posterior de los lazos que mantenían unidos a la Monarquía española y sus territorios de ultramar Los territorios americanos (Cuba, Puerto Rico) y del Pacífico (Filipinas) que aún continuaron vinculados a España corresponden a otro capítulo de nuestra historia.
Será en el reconocimiento de estas circunstancias donde encontremos los motivos del proceso emancipador, y podremos así establecer una sistematización de las causas que condujeron a dicho proceso.


La realidad americana a finales del siglo XVIIILas reformas borbónicas que afectaron a todos los territorios de la Corona española en el siglo XVIII se dejaron sentir de una manera muy especial en América. De algún modo se rompe con la tradición económica e institucional de los territorios americanos, al buscar los gobernantes un mayor control sobre aquellos reinos, dentro de las limitaciones marcadas por la inmensa distancia que los separa de la capital de España.
Los reglamentos de comercio de 1765 y 1778 orientados a ampliar un “comercio libre y protegido” entre España y América generan un problema: la desprotección de la industria americana, que decae. En cambio, los cambios en el comercio sí traerán como consecuencia la aparición de una nueva clase de comerciantes con mayores conocimientos profesionales. Este sector, que ve aumentar su poder económico, buscará acompañarlo de una mayor presencia política. Especialmente significativo resulta este proceso en lugares como Venezuela, Chile y Río de la Plata. Y será precisamente en estos territorios, alejados de la América nuclear, en los que se encenderán las primeras chispas independentistas.

En cuanto a la organización administrativa de la América española, también es preciso señalar algunos cambios, que buscan racionalizar el gobierno de un territorio inmenso. De esta manera, en el siglo XVIII se crean dos nuevos virreinatos, el de Río de la Plata y el de Nueva Granada y se funda la Comandancia General de las Provincias Internas de la Nueva España. Junto a estas demarcaciones se impondrá la división e intendencias, siguiendo el modelo francés importado a España por los monarcas de la dinastía Borbón.
Estas novedades, que buscan un mayor control sobre el territorio y los súbditos americanos, van a chocar con el creciente deseo de autonomía fomentado por la burguesía criolla desde tiempo atrás. Y como señala Lynch, “para que los motivos de queja se convirtieran en reclamaciones, el patriotismo en nacionalismo y el resentimiento en una revolución, los hispanoamericanos necesitaban una coyuntura favorable que les permitiera tomar la iniciativa” [1]. Y esta coyuntura se dio a partir de 1796, cuando se iniciaron los enfrentamientos con Gran Bretaña, y llega a su momento más crítico entre 1808 y 1810 con la crisis dinástica generada en la Península.

Las causas de la independencia
Para tratar de establecer una sistematización de las causas próximas y remotas que desembocan en la emancipación de los territorios americanos, dividiremos las mismas en dos grupos: las que tiene su origen en el propio territorio americano, y las que se localizan en la realidad peninsular.
a) Causas internas: madurez y situación de conflictividadPartiendo de los cambios señalados anteriormente y que podemos encuadrar en las reformas borbónicas del siglo XVIII, reconocemos como grupo impulsor de la independencia a una minoría criolla que se ha visto despojada del control del territorio americano y que a la vez ve aumentar su poder económico.
Con anterioridad a 1808 se habían dado frecuentes movimientos rebeldes que generaban inestabilidad en el continente americano. Pero estos movimientos, algunos incluso de origen indígena, no buscaban subvertir el orden establecido. Querían mejoras sociales o económicas que aliviaran sus condiciones de vida. De hecho, tales levantamientos, como el de Tupac Amaru en Perú (1780), el efecto que consiguen es concienciar a los españoles (criollos o peninsulares) de que si quieren mantener el orden social deben permanecer unidos. El miedo a la violencia social retardará en algunos territorios –de manera significativa en el virreinato del Perú- la adhesión a la causa emancipadora.
De los movimientos revolucionarios anteriores a 1808 el único que propiamente puede considerarse precursor de la independencia es el de Francisco de Miranda. Viajero, intrigante y revolucionario nato, promovió ideológicamente la independencia de Hispanoamérica. Desde los Estados Unidos organizó una expedición “libertadora” a Venezuela que fracasó por falta de apoyo, en 1806.
Siguiendo a Francisco Morales Padrón, podemos señalar algunas causas de los procesos de independencia. Pero, tal y como este autor señala, ninguna de ellas puede considerarse como causa única, ni se pueden generalizar para todo el territorio de Hispanoamérica. Se trata de una serie de factores que se dieron en mayor o menor medida dependiendo de los lugares y las épocas. Incluso algunas de estas causas fueron reformuladas a posteriori por los artífices de la emancipación.
- La negligente administración y la inmoralidad burocrática. No se puede negar que en muchas ocasiones los puestos de la administración no eran ocupados por las personas más idóneas, y que fue frecuente la venta de cargos. Por otra parte, generalizar las deficiencias y lentitud del régimen administrativo a todo el mundo hispanoamericano sería una injusticia.
- El régimen mercantil monopolista. Pero el monopolio era practicado por todas las demás potencias europeas, y además, el monopolio durante el siglo XVIII se había convertido en una ficción. Cuando las nuevas repúblicas decreten el comercio libre lo que están haciendo es sancionar una situación que se daba “de facto”.- La relajación de costumbres, de la que se acusaba especialmente a los miembros del clero. Cierto que se daban casos de personas sin verdadera vocación, y que buscaban medrar en la carrera eclesiástica, pero sería una falta de rigor hacer esta acusación de manera general para todos los eclesiásticos.
- La postergación de los criollos para los cargos en la administración. Esta situación se dio especialmente a la llegada de los Borbones, que, como vimos buscan un mayor control de aquellos reinos. En cualquier caso, también habría que matizar esta afirmación y trasladarla fundamentalmente al siglo XVIII.
- La tiranía, oscurantismo y censura llevada a cabo desde la península. Esta acusación, generalizada, tiene mucho de falsedad, teniendo en cuenta los esfuerzos que la monarquía dedicó a elevar el nivel cultural de sus súbditos, a uno y otro lado del Atlántico. Como señala Morales, “España salpicó sus reinos de centros culturales y docentes”. Y sobre el papel de la Inquisición, precisamente es en las últimas fases del movimiento revolucionario, cuando de manera poco lógica, y en parte presionada por el propio rey, condena dicho movimiento.
- La concepción patrimonial del Estado y el sentimiento regionalista. Los reinos indianos estaban unidos a España pero en la persona del rey. Este sentimiento es fundamental a la hora de analizar la actitud de las Juntas que se constituyen en América y que dejan de acatar la autoridad de la Junta Central o, más tarde, de la Regencia.
- La servidumbre a que estaba sometidos los indígenas. Esta razón será esgrimida en algunos momentos, sobre todo para atraerse a la causa patriótica a las masas indígenas. Estas eran, en principio, mucho más reacias a sumarse a la revolución, y de hecho al triunfar los movimientos promovidos por las oligarquías criollas, las condiciones de esta población tardarían en mejorar.
En cuanto a las motivaciones de carácter ideológico que pudieran impulsar los procesos independentistas, debemos ser cautos a la hora de establecer similitudes con otros movimientos revolucionarios más o menos contemporáneos. El espíritu que mueve a la emancipación hispanoamericana es peculiar y resultado de un conjunto de hechos que no encuentran paralelismos en otros lugares.
Por este motivo no tiene demasiado sentido hablar de los modelos revolucionarios norteamericano o francés para adaptarlo a las circunstancias de la América española. No cabe duda que las ideas ilustradas llegaron a América, pero prendieron en una élite minoritaria. Como señala Lynch [2] , la Ilustración no fue causa de la Independencia, pero sí la fuente en que sus líderes bebieron para justificar, defender y legitimar sus acciones, antes, durante y después de la revolución.En cuanto al posible influjo de la Revolución Francesa, los líderes de la emancipación, la minoría criolla, rechazará con horror los excesos a los que condujo la revolución en Francia. De hecho, los primeros movimientos revolucionarios en Hispanoamérica son una reacción frente a todo lo que Napoleón representaba. Después sí se dejará sentir la influencia francesa, pero más en su vertiente de pensamiento político liberal.
b) Causas en la Península: crisis dinásticaLos sucesos acaecidos en la Península durante los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX explican en gran medida la respuesta americana en este período. Y podemos resumir esta realidad señalando que, independientemente de la situación política que se diera en la Península, los sucesivos gobernantes fueron incapaces de comprender la realidad americana. Tomaron sus decisiones sobre Hispanoamérica sin conocer en absoluto –o ignorándola de hecho- la problemática y las reacciones que allí se producían como consecuencia de la crisis vivida en la Península.
La Revolución Francesa y el posterior desarrollo de los acontecimientos en Europa llevan a España a embarcarse en una política internacional contraria a sus intereses y más aún contraria a los intereses de América. Como consecuencia de la guerra contra Inglaterra el comercio ultramarino se vio duramente afectado. Creció sin control el contrabando, y al autorizar el comercio con las potencias neutrales, al final los grandes favorecidos serán los comerciantes norteamericanos, que verán con muy buenos ojos cualquier acción tendente a lograr la emancipación de sus hermanos del sur.
A partir de 1808 los acontecimientos en América se sucederán al ritmo marcado por la crisis peninsular.
Tras las abdicaciones de Bayona y el levantamiento de los “patriotas” en mayo de 1808, en cada comarca o región de España se constituye una Junta. Esta acción viene justificada por la tesis escolástica sobre la soberanía, que revierte al pueblo en el caso de que el rey no pueda hacer uso legítimo de la misma [3] .
Pero cuando las Juntas son sustituidas por una Junta Central, la actitud de los americanos empieza a ser diferente de la de los peninsulares. Ya no está tan claro que el poder legítimo recaiga sobre esa Junta, en la que no aparecen representados los intereses de los españoles americanos. La Junta Central se mantuvo, además, reservada y fría ante las Juntas americanas. Su autoridad fue en principio acatada con reservas, pero pronto aparecerían Juntas en el Alto Perú y en Nueva Granada (1809).
La crisis no se generalizó en América hasta 1810, y fue motivada por las noticias recibidas acerca de la ocupación de toda la Península por parte de Napoleón. El miedo a que los franceses continuaran sus campañas conquistadoras por Hispanoamérica hizo crecer el sentimiento separatista: no querían correr los americanos la misma suerte que estaban corriendo los peninsulares.
Y cada momento histórico en la Península era una aportación más al estado de crisis que se vivía en América. Cuando se reúnen las Cortes de Cádiz, mantienen esta misma marginación de los territorios americanos; mientras que cada región peninsular puede enviar dos representantes a Cortes, solo uno será convocado por cada región de América.
Y cuando por fin el ejército napoleónico sea expulsado de la Península, tampoco las circunstancias van a ser propicias al acatamiento del poder peninsular. Fernando VII, al recuperar el trono, se empeña en ignorar la voluntad del pueblo que durante ocho años ha luchado por devolver la corona a su rey legítimo. No reconoce –trata de aniquilarla- toda la labor realizada por las Cortes de Cádiz, y envía a América ejércitos realistas para eliminar cualquier foco separatista.
El rey utiliza la fuerza para mantener una situación que era difícilmente sostenible. Y será precisamente la fuerza lo que falle en 1820. El golpe de Riego, que debía haber mandado sus tropas para acallar la revolución americana, supuso el último impulso que necesitaba el movimiento emancipador. Se trata del mayor servicio que los liberales españoles prestaron –sin saberlo- al movimiento independentista hispanoamericano.La restauración del régimen liberal en España no iba a satisfacer las apetencias de todos. Los liberales americanos ya no necesitaban la Constitución de Cádiz; querían una propia o, mejor dicho, una para cada región. Y los conservadores, viendo las consecuencias de implantar la Constitución, no eran favorables a ella en absoluto; por eso muchos de ellos apoyarán ahora decididamente la separación. Mientras tanto los constitucionalistas españoles pensaban, ingenuamente, que todos los problemas se resolverían con el nuevo régimen. Creían en la fuerza de la Constitución para acallar todas las voces discordantes en América. Y el resultado no fue ese en absoluto.
El año 1824 viene marcado por un cambio en España, con el regreso del poder absolutista, y también supondrá una fecha clave en América: aquellos territorios, por mucho que el monarca se empeñe en ignorarlo, son irrecuperables.
por María Saavedra Inaraja
Bibliografía:
Para una aproximación a los procesos independentistas de Hispanoamérica, siguen siendo válidas obras que ya se han convertido en clásicos sobre esta materia. Se señala a continuación una pequeña selección de obras de carácter general:
CÉSPEDES, Guillermo (1988): La Independencia de Iberoamérica. La lucha por la libertad de los pueblos. Biblioteca Iberoamericana. Anaya. Madrid.
DELGADO, Jaime (1960): La Independencia Hispanoamericana. Instituto de Cultura Hispánica. Colección Nuevo Mundo. Madrid.
FERNÁNDEZ ALMAGRO, Melchor (1957): La emancipación de América y su reflejo en la conciencia española. Instituto de Estudios Políticos. Madrid.
HERNÁNDEZ SÁNCHEZ-BARBA, Mario (1988): América Americana 1. Vol 4 de Historia de América. Ed. Alambra. Madrid.
LYNCH, John (2001a): Las revoluciones hispanoamericanas 1808-1826. Ariel. Barcelona.
LYNCH, John (2001b): América Latina, entre colonia y nación. Crítica. Barcelona.
MALAMUD, Carlos (2005): Historia de América. Alianza. Madrid
MORALES PADRÓN, Francisco (1986): América Hispana. Hasta la creación de nuevas naciones. Vol 14 de Historia de España. Gredos. Madrid.
NAVARRO GARCÍA, Luis (Coord.) (1991): Historia de las Américas. Vol III Alhambra Longman. Universidad de Sevilla. Sociedad Estatal para el Quinto Centenario. Sevilla.
PALACIO ATARD, Vicente (1978): La España del siglo XIX.1808-1898. Espasa Calpe. Madrid.
[1] LYNCH, J. (2001b) p. 168
[2] LYNCH, J (2001a), p.33
[3] Esta tesis de la soberanía popular tenía mayor fuerza en la América española que dentro de la propia Península. Los criollos estaban absolutamente imbuidos de las doctrinas tradicionales del derecho castellano, que los Borbones habían tratado de modificar. Sobre este tema, v. DELGADO, J. (1960) y LYNCH (2001b).